Informe | Las distorsiones de los subsidios: la lección y escenarios que deja el ‘aumento’ del diésel

El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) indicó recientemente que el número de protestas disminuyó 52 % en comparación con septiembre de 2020. Este dato es un indicador llamativo ante la situación crítica que persiste en la economía venezolana y los incrementos de precios de los servicios públicos.

Sin riesgos sociales aparentes, el Ejecutivo ha llevado a cabo una reducción importante de los subsidios en servicios esenciales, porque, más allá de las quejas en redes sociales, la desmovilización social ha llegado a niveles tan profundos que este tipo de medidas, que en otro tiempo habrían provocado reacciones sociales importantes, se asumen actualmente con resignación.

No se trata de llamar a ningún tipo de reacción o protesta. Solo se anota el dato con el fin de entender cómo es posible un ajuste de este tipo en un país que avanza en su octavo año de recesión y con hiperinflación.

Un conductor que consume gasolina subsidiada –si es que la consigue- pasó de gastar 0,2 bolívares actuales en 40 litros del carburante a requerir 4 bolívares, un aumento de 1.900 % que, no obstante, mantiene a este combustible como uno de los baratos del planeta.

Parece que eliminar el subsidio al diésel o gasoil es más complicado. Se teme que el impacto sobre la inflación sea severo. Eso es lo que indica el hecho de que el gobierno haya decidido autorizar la venta de este combustible en un número limitado de estaciones de servicio, a un precio de 0,50 dólares por litro.

Ante el cúmulo de reacciones de personas, gremios e instituciones, al cierre de esta nota, ninguna fuente del Ministerio de Petróleo o de PDVSA aclara si el subsidio del diésel va a terminar, o si se establecerá un precio concreto.

Extraoficialmente, hemos sabido que la decisión de cobrar el diésel y no seguir con un subsidio de 100 % de su valor está en debate. Hay diversos escenarios, pero el más probable es que, en algún momento, se establezca un valor de 0,05 bolívares por litro, equivalente a 50 % del valor de la gasolina subsidiada en 95%.

No está claro si, finalmente, se otorgarían licencias de importación, aunque sea selectivamente, para enfrentar el grave déficit de este carburante.

La decisión de eliminar o reducir, tanto como se pueda, el subsidio a los combustibles es lógica y sensata, porque lo que está ocurriendo es que la mayoría de los consumidores pagan la gasolina a 0,50 dólares por litro o más –según se cobre el costo de escasez en los mercados negros- y los productores agropecuarios cancelan el litro del diésel entre 0,90 y 2 dólares, lo que resulta un completo sinsentido que solo se explica por la enorme distorsión que la escasez causa en el mercado.

Esta realidad hace a los subsidios inútiles, porque no existe una oferta suficiente de combustibles subsidiados para evitar que el costo (precio) de la escasez sea muy superior al precio establecido. El país ha acumulado una experiencia larga en las múltiples distorsiones que generan los subsidios mal implantados.

Por lo tanto, si el subsidio al diésel es inviable –cosa que todos sabemos y entendemos en las circunstancias actuales- por qué no tomar una medida sensata, establecer un precio que, por lo menos, cubra los costos de producción y, además, asegurar la oferta, mediante un régimen de importaciones temporales transparente y bien regulado.

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