Informe | Venezuela ante una nueva oportunidad: ¿está en condiciones de aprovecharla?

Hacer el inventario de la capacidad de respuesta de la industria petrolera ante un eventual relajamiento de sanciones por parte de Estados Unidos es un ejercicio arduo. Diversos estudios internacionales revelan que Venezuela es un productor menor, con las mayores reservas de crudo en su subsuelo y no parece haber perspectivas claras de recuperación.

El asunto es que, en esta situación crítica, la invasión de Rusia a Ucrania, de pronto, coloca a Venezuela en el mapa energético de occidente y el gobierno de Estados Unidos traspone el abismo político que lo separa de una administración que, incluso, desconoce formalmente, para entablar conversaciones cuyo trasfondo claramente es el petróleo.

Algunos analistas parece que sobreestiman, tanto la capacidad de producción de Venezuela como la disposición a acordar un nuevo modus vivendi de parte de Estados Unidos con el gobierno de Nicolás Maduro. Para calibrar con más precisión hasta dónde puede llegar este acercamiento hacen falta muchos pasos y datos.

La verdad es que el divorcio entre Estados Unidos y Venezuela tuvo consecuencias, como es normal. Los gobiernos chavistas han introducido al país en un grupo de naciones hostiles al modelo de democracia occidental y que enarbolan un nuevo esquema de relaciones internacionales, donde Estados Unidos y Europa occidental ya no sean dominantes, sino que compartan el espacio geopolítico en condiciones más “paritarias”.

De eso se trata en el fondo la invasión de Ucrania.

Venezuela, a pesar de lo disminuida que está su industria petrolera, es parte del juego y Estados Unidos parece tratar de colocar al gobierno de Maduro en una perspectiva más lógica desde el punto de vista geoestratégico. Sin duda, Estados Unidos es el mejor destino para la producción petrolera nacional desde cualquier punto de vista, sea logístico, financiero, tecnológico o comercial.

Y eso lo tenía muy claro el presidente Hugo Chávez, quien, a pesar de su enfrentamiento político con Washington, jamás puso en riesgo las relaciones comerciales con Estados Unidos.

Los números disponibles indican que, en rigor, Estados Unidos no necesita la producción petrolera venezolana, pero requiere tener a mano un inventario suficiente para enfrentar un panorama más complicado si, finalmente, la Unión Europea sanciona las importaciones de crudo procedentes de Rusia.

Esto significa que la administración de Joe Biden no se acerca a la de Nicolás Maduro porque está urgido de suministros petroleros, sino porque quiere, usando el petróleo, socavar una alianza con Rusia y China que, en el tablero estratégico planteado por la invasión a Ucrania, resulta riesgosa para sus intereses.

En cambio, el gobierno venezolano no puede negar que el acercamiento de Estados Unidos es una oportunidad. El problema es que su capacidad de aprovecharla es limitada. Es posible que el ingreso por exportaciones petroleras supere, este año, los US$16.000 millones de dólares, cuando inicialmente lo habíamos proyectado en US$6.000 millones para el cierre del año.

Claramente, este incremento se explicaría por el incremento de precios, porque muy difícilmente las exportaciones venezolanas podrían llegar a superar los 900.000 barriles por día, bajo el supuesto que se alcance un promedio de producción de 1.000.000 de bpd.

Existe más o menos un consenso que apunta a una producción actual promedio de 850.000 barriles diarios, con picos que eventualmente podrían rozar el millón de bpd; sin embargo, los reportes de actividad mantienen una condición estable, aunque persisten los problemas de mantenimiento y las sanciones generan un cuadro de profunda desinversión.

En nuestra opinión, es posible esperar un relajamiento de las sanciones petroleras, bajo ciertas condiciones que incluyen concesiones políticas por parte del presidente Maduro; sin embargo, también es posible que la perspectiva estadounidense esté cambiando y, en consecuencia, valore más un realineamiento, aunque sea parcial, de las prioridades diplomáticas del gobierno venezolano que su disposición a introducir prácticas más democráticas en el país.

Aunque la guerra con Ucrania termine en un plazo corto y no desemboque en un conflicto de mayores proporciones, Rusia ha cambiado la dinámica de su relación con occidente. En consecuencia, el petróleo venezolano puede representar un activo valioso en ese complicado juego de intereses.

Para Venezuela, la alianza con Rusia y China ha tenido resultados cuestionables. La solidaridad, ciertamente, no ha sido todo lo amplia que cabría esperar y ahora parece que el gobierno de Maduro está aparentemente preocupado por la disponibilidad de los fondos depositados en la banca rusa, a los que parece no tener acceso garantizado.

Lo concreto es que Venezuela ahora correrá con las consecuencias de una gestión inadecuada de la industria petrolera, cuyos impactos se han profundizado por las sanciones impuestas por Estados Unidos. La oportunidad de incrementar aceleradamente la capacidad de producción y exportar crudo y derivados se ha presentado en el momento más bajo del sector hidrocarburos.

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