Inundaciones en el sur de Venezuela añaden más drama a la crisis
Como si la crisis económica fuera poco, miles de familias del sur de Venezuela sufren el embate de las inundaciones, que han dañado casas y cultivos y potencian el rebrote de enfermedades para las cuales faltan medicinas.
Las aguas desbordadas del río Orinoco, el más extenso del país, afectan a ocho estados, según el gobierno. En algunos, como el minero Bolívar, las riadas cubren viviendas en ciertos sectores donde solo es posible desplazarse en lancha.
Allí, neveras flotando y carros tapados hasta el techo muestran los estragos de más de dos meses de lluvias y el paso de unas 30 ondas tropicales.
«Ya tenemos más de diez días inundados», dijo a la AFP Érika Machado, de 32 años, quien no quiso abandonar su casa en Puerto Ordaz (Bolívar) por temor a que le robaran sus pocas pertenencias.
Unas 5.500 personas permanecen en refugios adecuados por el gobierno en escuelas, informó este jueves en Caracas el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez.
«Estamos muy atentos (…), sobre todo en los estados Amazonas, Delta Amacuro, Apure, Monagas, Guárico, Táchira y Bolívar», detalló el funcionario.
Miriam Carvajal, habitante del sector La Toma, en la vecina Ciudad Bolívar, debió mudarse a uno de los albergues, pues las aguas anegaron su vivienda.
«Nos hemos trasladado a casas de familiares y escuelas», contó a la AFP.
El aire está impregnado de olor a pescado en Ciudad Bolívar. Niños usan redes para tratar de atrapar peces en las calles convertidas en lagunas.
Llamado el «río Padre», el Orinoco es un gigantesco afluente de aguas marrones que serpentea 17 de los 23 estados del país petrolero.
«El hambre está pegando fuerte, no hay comida. Muchos están aislados, los ambulatorios carecen de medicamentos», contó a la AFP José Naveda, periodista de la ONG Kape Kape que atiende a comunidades indígenas del estado Delta Amacuro, habitado mayormente por la etnia Warao.
Según el voluntario, que recorre las zonas afectadas desde la semana pasada, las inundaciones han disparado los casos de «vómitos, diarreas y fiebre en la población infantil».
«El sarampión y la tos ferina se han incrementado. La gente se está muriendo porque no hay nada», subrayó.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), 35 muertes por sarampión han sido reportadas desde mediados de 2017 en Venezuela. El paludismo también es una amenaza creciente, de acuerdo con ONGs.
En Venezuela la merma de fármacos se acerca al 90%, según la Federación Farmacéutica, en medio de una grave crisis económica en la que escasean los alimentos y demás bienes básicos.
Muchos medicamentos además son impagables por una inflación que el FMI proyecta en 1.000.000% para 2018.
– «Situación complicada» –
Se estima que el Orinoco alcanzó este año su mayor nivel en cuatro décadas. «Pareciera ser que cada año la situación con las inundaciones se agrava», dijo Naveda.
Además del Orinoco, el gobierno mantiene el monitoreo sobre los ríos Amazonas, Cataniapo, Arauca, Apure y Caroní, «que se encuentran en niveles críticos», según el ministro de Interior, Néstor Reverol.
La proliferación de serpientes y otras especies, desplazadas por la crecida, aumentan la preocupación. El suero antiofídico también es escaso.
Para peores, la «creciente arrasó con las plantaciones de maíz, yuca, plátano, ocumo y topocho» en unos 30 asentamientos rurales de Delta Amacuro (este), según Naveda.
En estados como Amazonas «hay una situación muy complicada de acceso porque la navegación en estos momentos se ha imposibilitado y el único mecanismo han sido los puentes aéreos», explicó el ministro de Comunicación.
«El Ministerio de Defensa ha establecido un puente aéreo con las zonas más afectadas de Amazonas para llevar alimentos, medicamentos, enseres e insumos», sostuvo Rodríguez.
En aviones militares, el gobierno ha enviado 10 toneladas de insumos que incluyen hamacas, frazadas, aguas, mosquiteros y alimentos, enumeró Randy Rodríguez, director de Protección Civil.
Las intensas lluvias han ocasionado igualmente daños en carreteras de Monagas, Táchira y Guárico, informó el gobierno.
«Esperamos que sea la voluntad de Dios que el río baje pronto y volvamos a nuestras casas», dijo a la AFP Wilmer Ribas, habitante de Ciudad Bolívar, refugiado lejos de su hogar junto a su esposa y dos niños.
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