Kpler: Suspensión de crudo venezolano sería un duro golpe a la estabilidad económica de EEUU
Las interrupciones de este suministro obligarían a las refinerías del golfo de EEUU a buscar alternativas de menor calidad, amenazando la estabilidad energética del país.
Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo de la Tierra, pero sus proezas energéticas tienen tanto que ver con la calidad como con la cantidad. Según Kpler, las refinerías de la costa estadounidense del Golfo de México procesan cientos de miles de barriles diarios de crudo venezolano.
Para tener una idea, las exportaciones de crudo venezolano a la costa del Golfo de Estados Unidos alcanzaron máximos de seis años en diciembre, al subir a casi 300.000 barriles por día (bpd), 150.000 bpd más que en el mismo mes del año anterior.
Después de México, Venezuela es el principal proveedor de crudo a PADD-3 (costa del Golfo de EEUU), donde importantes refinerías como Valero St. Charles, Chevron Pascagoula y Valero Port Arthur procesan volúmenes de crudo pesado y ácido. Por lo tanto, este hidrocarburo es crucial para la supremacía energética de Estados Unidos.
Por otro lado, este déficit se vería agravado por la limitada disponibilidad de crudo mexicano (debido a la menor producción y al aumento de la demanda interna) y a la posible reducción de las entradas de petróleo canadiense debido a la imposición de aranceles a las importaciones de ese país.
Como prueba de ello, Kpler predice que el Golfo sufriría una grave escasez de entre 200.000 y 500.000 barriles diarios para las refinerías estadounidenses, y las calidades de Colombia o Ecuador sólo podrían sustituir parcialmente estos volúmenes. Estos datos respaldan la necesidad de una distensión entre Estados Unidos y Venezuela.
En otras palabras, si se interrumpieran los flujos de crudo venezolano a la región, estas refinerías tendrían que recurrir a proveedores de menor calidad y menos fiables, una perspectiva que no es deseable para la presidencia que quiere Trump.
Aunque las relaciones entre el presidente Nicolás Maduro y el Partido Republicano han sido históricamente tensas, cada parte está motivada en última instancia por la necesidad económica del flujo de crudo venezolano hacia el norte.
La toma de posesión y el aluvión de órdenes ejecutivas que le siguieron han consumido el ciclo mediático estadounidense, pero las perspectivas de una distensión no se han desvanecido por completo.
Al igual que con los posibles aranceles a los socios comerciales de Estados Unidos, cercanos y lejanos, el nuevo presidente no se deja limitar por prescripciones políticas precisas. El objetivo de Trump, como se suele afirmar, es una nueva edad de oro; sabe que perturbar el ecosistema energético de Estados Unidos sería cruzar un límite prohibitivo.
La administración también se muestra cautelosa ante cualquier asociación con la fracasada política del expresidente Joseph Biden en Latinoamérica.
A Biden se le atribuyó la suspensión de las sanciones sobre el sector energético de Venezuela en octubre de 2023 en virtud del Acuerdo de Barbados, sólo para volver a imponerlas en abril del año pasado.
Las importaciones procedentes de Venezuela al menos han continuado en virtud de acuerdos de licencia especiales garantizados por grandes empresas como Chevron, pero el extraordinario potencial de la nación sudamericana sigue sin explotarse.
Se dice que el presidente Trump reconoce plenamente este potencial. Un análisis del Dr. Cyril Widdershoven de Oilprice.com revela que seguramente Trump se vea tentado a garantizar suministros cruciales al Golfo.
De lo contrario, el cese de las importaciones venezolanas supondría un duro golpe para la estabilidad económica de Estados Unidos y el bienestar general del hemisferio occidental.
En caso de que sean suspendidos, Maduro tendría todos los incentivos para estrechar aún más sus lazos con los antagonistas de Estados Unidos.
Un crudo venezolano barato impulsaría los resultados económicos de los BRICS, el bloque de países no alineados. Y aunque la suspensión de las licencias implicaría una pérdida de flujos de nafta del gobierno estadounidense (50.000 barriles diarios) a Venezuela con fines de mezcla (Chevron es el importador), es seguro que este último recurriría a nuevos proveedores: Irán, gran productor de condensado, estaría más que dispuesto, aunque es una opción más cara.
Sin duda, Trump y sus allegados verían este desenlace como una infracción inaceptable de la Doctrina Monroe, que exige que las potencias extranjeras no interfieran en el hemisferio occidental.
Las recientes declaraciones de Trump sobre el estatus soberano de Groenlandia y la gestión del Canal de Panamá están muy en línea con este punto de vista.
Como tal, el nuevo presidente será cauteloso a la hora de poner trabas a la industria energética estadounidense en beneficio de Rusia, China e Irán, independientemente del sentimiento antivenezolano de su gabinete.
Reanudar las relaciones con Venezuela sobre la base de condiciones comerciales mutuamente beneficiosas —específicamente, el intercambio del tan necesario petróleo crudo por los tan necesarios dólares estadounidenses— es sin duda el mejor camino a seguir.
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