La sombra del embargo petrolero se posa sobre enfermos venezolanos
De sus cinco años, Zabdiel ha vivido cuatro con cáncer. Su cura depende de un costoso trasplante de médula ósea, que el gobierno venezolano dejó de sufragar culpando a Estados Unidos por sanciones a las que sumará un embargo petrolero.
Su lucha contra una leucemia linfoblástica ha sido difícil, al punto de recibir fármacos vencidos por falta de ellos. Ya sufrió una recaída. Su transplante no puede esperar.
«En diciembre nos llamaron (de la petrolera Pdvsa) para decirnos que estaba todo listo, que tiene su donante en Italia (…), y en enero me dijeron que mi hijo no puede salir por el bloqueo económico, porque ya no hay dinero», cuenta llorando su madre, Ani Camacho.
El presidente Nicolás Maduro denuncia que los programas de «asistencia humanitaria» de Pdvsa fueron afectados por un bloqueo financiero de Washington, que el domingo dejará de comprarle crudo en su presión para que abandone el poder.
Pero antes de que se empezaran a aplicar las sanciones en 2017, Venezuela ya sufría una merma de medicamentos agravada por la caída de los precios y de la producción petrolera a sus peores niveles en décadas.
Frágil, Zabdiel interactúa poco con el mundo exterior. Con un puñado de legos, un acuario y un televisor los padres tratan de rescatar su infancia.
«Antes del bloqueo ya esto venía, una decadencia, una falta de gobierno», afirma Ani, de 40 años.
El embargo puede empeorar la crisis de un país que obtiene 96% de sus ingresos del crudo y que durante años tuvo a Estados Unidos como principal cliente.
Siete menores que requerían trasplante de médula han muerto desde septiembre, asegura la abogada Katherine Martínez, quien representa a los pacientes.
Pdvsa costeaba las operaciones en un acuerdo con Italia, que está paralizado desde 2018 por deudas de la estatal, indicó Martínez. Unos 360 pacientes han sido operados en el marco del acuerdo.
– «Mamá, ya no luches más» –
El sueño de ser un beisbolista de las Grandes Ligas parecía empezar a tomar forma para Néstor Urbaneja, de 14 años, cuando fue invitado a unas prácticas en Arizona.
Pero poco antes de viajar a Estados Unidos, en agosto de 2017, fue diagnosticado con aplasia medular severa, por lo que requiere un trasplante de médula para el que no hay donantes compatibles en Venezuela.
Néstor, que pertenece al equipo menor de los Leones del Caracas, ya no quiere tomar las medicinas que a duras penas consigue su madre, Angi Terán.
«Mamá, ya no luches más, ya tú estás cansada así como estoy cansado yo», le dice, pero ella no se rinde: emprendió una cruzada para visibilizar el drama de una veintena de menores que requieren trasplantes.
A Angi le dijeron en Pdvsa que no podían ayudarlos «por el bloqueo». Desde entonces cifra sus esperanzas en viajar a Argentina, adonde emigró un hermano.
Maduro ubica en 30.000 millones de dólares los daños de las sanciones a la economía venezolana, pero Washington sostiene que el colapso del país con las mayores reservas de crudo es fruto de la «corrupción y el mal gobierno».
Según Naciones Unidas, siete millones de venezolanos (24% de la población) tienen necesidades prioritarias urgentes de asistencia y protección.
– Menos comida –
Además de lidiar con la falta de recursos para atender la aplasia medular de su hijo Jerson, de 14 años, Verioska Martínez depende cada vez más del CLAP, la caja de alimentos subsidiados que distribuye el gobierno.
El cuidado del menor, enfermo desde que tenía un año, impide trabajar a esta madre cabeza de hogar.
El kit que Maduro prometió entregar cada 15 días a seis millones de familias -lanzado en 2016- trae cada vez menos productos y demora meses en llegar, asegura Verioska, de 33 años.
A la falta de recursos se suman sobreprecios de hasta 240% y robo de productos, denuncian la oposición y varias ONG.
Aunque tiene otro hijo, la poca carne que logra comprar es para Jerson (un kilo cuesta casi el equivalente a un sueldo mínimo). Según la ONU, 3,7 millones de venezolanos están subalimentados y 22% de los menores de cinco años sufren desnutrición crónica.
Desde la habitación donde duermen apretujados se ve el palacio presidencial de Miraflores.
Allí «nos han atendido amablemente (…), pero nos dicen que no tienen recursos», relata Verioska, impotente frente a la lucha de poder entre Maduro y el opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente interino por medio centenar de países.
«Creo que uno (Guaidó) lo que está haciendo es propaganda y el otro (Maduro) se volvió incapaz de gerenciar (…). Tenemos la soga al cuello», se lamenta.
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