Las deudas del primer año de López Obrador: violencia rampante y economía estancada
Andrés Manuel López Obrador aún puede presumir de una respetable popularidad entre los mexicanos, pero próximo a cumplir un año en la presidencia, el 1 de diciembre, escasos avances en aspectos críticos como economía y seguridad ensombrecen la gestión del gobierno de este líder empático.
Omnipresente y con una sorprendente energía, que le permite hablar por horas a los mexicanos, ya sea en su inmutable conferencia matinal o en incesantes giras por el país, López Obrador repite que su pueblo está «feliz, feliz, feliz» y que las cosas marchan «requetebien».
Pero algunas evidencias parecen contradecir a este carismático izquierdista de 66 años, conocido popularmente por sus iniciales como AMLO.
Su primer año se encamina a ser el más violento desde que existe registro oficial en 1997, superando el récord de 33.743 asesinatos en 2018, mientras que la economía mexicana, la segunda latinoamericana, crecerá solo 0,2% este año según proyecciones del banco central, una décima parte del 2% que prometió.
El internacionalista Hernán Gómez, quien considera al primer año de AMLO «mucho mejor» que el de los tres anteriores presidentes, reconoce sin embargo «omisiones importantes» en ambos terrenos.
La seguridad «no se la han tomado con la suficiente seriedad todavía, y el tema de crecimiento económico (…) creo que el presidente en particular todavía no le pone la atención suficiente», dijo Gómez a la AFP.
Erubiel Tirado, experto en seguridad de la Universidad Iberoamericana, es más severo: «Sin dramatizaciones, las llamadas políticas de seguridad del gobierno de AMLO son un fracaso».
Sostiene que su apuesta de atacar las causas de la violencia, como la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades, en lugar de enfrentar al crimen organizado, resulta «dispersa y desarticulada».
Fuego y balazos
Para Tirado, documentos oficiales como el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 se limitan a ofrecer «simplificaciones discursivas», resumidas en frases predilectas del presidente como «abrazos y no balazos» o «el fuego no se combate con fuego».
La fallida captura en octubre de un hijo del encarcelado narcotraficante Joaquín «Chapo» Guzmán, que fue liberado luego de que pistoleros sitiaran la norteña ciudad de Culiacán, fue celebrada como una prueba de sus «convicciones» por la paz.
Pero no ejercer la fuerza del Estado en aras de una pacificación supone «un falso dilema», señala Tirado, pues la paz no se contrapone a la obligación de contener la violencia y perseguir la criminalidad.
«Que yo deje de combatir los delitos no quiere decir que los delincuentes se van a regresar a su casa y van a estar tranquilos», apunta, a su vez, Francisco Rivas, director de la ONG Observatorio Nacional Ciudadano.
Rivas, quien estima que el remedio de atacar la pobreza y la exclusión no está sustentado en evidencia, observa además graves contradicciones en los planes gubernamentales contra la violencia.
«Vemos acciones incompatibles entre sí, indicadores que no se corresponden unos a otros, y si hay problema de diagnóstico evidentemente habrá problemas en la respuesta», señala.
Sobre la Guardia Nacional, el nuevo cuerpo militarizado que el mandatario concibió como su «bala de plata» contra el crimen, los expertos coinciden en que es casi inexistente, pues carece de capacitación, protocolos y objetivos.
«Economía estancada»
La economía es otro gran saldo pendiente.
Aunque el tipo de cambio y la inflación -termómetros de la salud económica para millones de mexicanos- muestran buen desempeño, no ocurre igual con el crecimiento.
La promesa de López Obrador de crecer un promedio de 4% en el sexenio hoy resulta improbable.
«La economía mexicana está prácticamente estancada», subrayó el banco español BBVA en un reporte publicado el miércoles.
La economía deprimida pero, sobre todo, la violencia rampante han mermado la popularidad de AMLO. Su aprobación cayó de 68,7% en agosto a 58,7% en noviembre, según una encuesta de Consulta Mitofsky publicada hace una semana.
Pese a la baja, la cifra supera el 50% que su antecesor Enrique Peña Nieto (2012-2018) alcanzó en su primer año de gestión, según la firma.
«La popularidad no va a seguir así por mucho más tiempo», advierte Gómez, quien, sin embargo, rescata aciertos del mandatario como impulsar vastos programas sociales, asistir a grupos vulnerables y aplicar férreas políticas de austeridad y contra la corrupción.
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