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26/04/2017 11:32 AM
| Por EFE

Las otras crisis económicas de Libia, más allá del petróleo

La economía sumergida, el contrabando de armas y personas, el descontrol político y el despilfarro son, junto al desplome de la producción petrolera, los principales problemas de la economía libia, sumida en una ciclópea crisis desde que en 2011 triunfara el alzamiento contra la dictadura de Muamar al Gadafi.

Una situación que mantiene al borde del colapso y precipitará al vacío a un estado rentista, dependiente de las exportaciones de petróleo, si no se implantan reformas urgentes, advirtió esta semana el gobernador del Banco Central de Libia, Seddik al Kebir.

En un informe difundido a la prensa, Al Kebir se quejó, asimismo, de la flaqueza de la recaudación impositiva, prácticamente inexistente, que junto al abrupto descenso de los ingresos por la venta de crudo impiden la puesta en marcha de cualquier tipo de plan de desarrollo.

«Debemos reconocer la existencia de una crisis financiera en el país para poder cambiar esta situación a mejor», subrayó el funcionario antes de denunciar que mientras las arcas del estado se vacían crecen de manera exponencial las grandes fortunas nacionales, que suman ya más de 30.000 millones de euros.

El resto de cifras proporcionadas por Al Kebir, cuyo puesto está ahora en el aire, dibujan una realidad trágica: entre 2013 y 2016, la lucha por el control de los recursos petroleros ha supuesto la evaporación de 160.000 millones de dinares (106.000 millones de euros).

Una pérdida que ha tenido un efecto igualmente avasallador tanto en el fondo de reservas de divisas como en el valor del propio dinar libio, que se cambia oficialmente a 60 céntimos de euro pero que en el mercado negro alcanza los nueve dinares/euro.

Según Al Kebir, los ingresos por la venta de petróleo bajaron desde 53.000 millones de euros en 2012 a los 4.800 millones de euros de 2016, un descenso del 91 por ciento

En el mismo periodo, los ingresos estatales se desplomaron desde los 70.000 millones de euros a 8.600 millones de euros, descenso que afectó igualmente al valor del dinar y la consolidación del mercado de divisas paralelo.

Libia produce en la actualidad unos 600.000 barriles de crudo diarios, la mitad de los que generaba antes de caer Al Gadafi, debido al cierre de yacimientos y oleoductos, que son continuamente saboteados por diferentes grupos para lograr concesiones políticas y económicas.

Si a eso se añade que los salarios estatales consumen el 60 por ciento del presupuesto, y que el gasto público se ha disparado de forma descontrolada -Al Kebir puso como ejemplo el crecimiento sin control del número de embajadas (80 en la actualidad) para un estado fallido-, la situación es más que preocupante.

Ha aumentado la ilegalidad y el despilfarro de dinero público, y se ha agudizado el caos con el establecimiento y creación de empresas privadas irregulares, lo que representa alrededor del 60 por ciento de la economía sumergida, explicó.

Una economía informal que drena los recursos del pueblo libio al evitar el pago de impuestos y favorecer el contrabando de mercancías a los países vecinos, agregó.

«Entregué documentos a la fiscalía sobre el movimiento ilegal de más de 7.000 millones de euros» en el mercado negro de divisas, reveló Al Kabir, al que algunos diputados del Parlamento en Tobruk culpan de la crisis.

Casi la mitad de ellos exigieron el martes su cese, pero su iniciativa parlamentaria no llegó a prosperar.

Según Al Kabir, el problema es estructural y político: procede de la ausencia de un gobierno fuerte, de instituciones normalizadas y de organismos de la administración pública que regulen el desorden y eviten los abusos.

La fortuna de los grandes empresarios libios asciende a 30.000 millones y supera el 70 por ciento del PIB, mientras que en 2010 no superaba el 9 por ciento. Esto ha contribuido a la aparición del problema de liquidez en los bancos, agregó.

En este contexto, el déficit y la deuda pública, calculada en 66.000 millones de dinares, añade un factor de inquietud suplementario.

«El papel del Banco Central ha quedado restringido debido a la división política, a la inseguridad y al alto riesgo, así como a la continuación de bloqueos que impiden el trabajo del sector bancario», se quejó.

«Tomaremos en los próximos días grandes medidas para mantener el dinar libio. Devaluarlo no es la solución», concluyó.

Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, en el que dos gobiernos se disputan el poder, uno en Trípoli sostenido por la ONU y otro en Tobruk (este), bajo el mando del mariscal Jalifa Hafter, antiguo líder opositor en el exilio.

Hafter regresó en el arranque de la revolución y desde entonces ha acumulado poder político, económico y militar que le han convertido en el hombre fuerte del país, enfrentado al Ejecutivo de Trípoli y la ciudad-estad de Misrata, principal puerto comercial de Libia.

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