Llegada de venezolanos a Argentina creció 140% en 2017
El trágico naufragio de balseros en el Mar Caribe ilustró hace días la desesperación de cientos de miles de venezolanos por escapar, como sea, de la crisis humanitaria que vive el país. Por agua, por tierra o por aire, una multitud huye hacia otras naciones en busca de un futuro mejor. Y eso produjo una corriente migratoria sin precedentes hacia Argentina, donde la comunidad venezolana se volvió más grande que nunca, reporta Clarín.
Datos de la Dirección Nacional de Migraciones de Argentina muestran que un récord de 27.075 venezolanos recién llegados se radicaron en el país en 2017, a un ritmo de 74 por día o de 1 cada 20 minutos.
Los que obtuvieron la residencia temporal fueron un 140% más que en 2016, cuando la habían tramitado 11.298. Además, casi se sextuplicó el registro de 2015 (4.698) y se multiplicó por 15 el de 2014, cuando sólo se habían mudado al país 1.772 venezolanos, según el informe oficial.
Las cifras marcan un ritmo creciente y, para Vincenzo Pensa, presidente de la Asociación de Venezolanos en Argentina (Asoven), la afluencia migratoria seguirá en alza: “Pienso que este año podrían venir unos 35.000 compatriotas», estimó. Es decir, 30% más que en el 2017 récord.
«Hasta hace seis años éramos una comunidad muy chica, pero en los últimos dos años eso cambió. Ahora muchos prefieren venir a Argentina incluso antes de ir a Perú, donde nos reconocen más fácilmente los títulos universitarios. Y es porque acá es más fácil tramitar la permanencia transitoria”, explicó.
Asoven es una organización que ofrece ayuda y contención a los residentes venezolanos en Argentina. Algo clave para los recién llegados, que suelen enfrentar dificultades para instalarse. Muchos, al inicio, sólo consiguen empleos en general en el rubro gastronómico. Y eso, por ejemplo, les complica conseguir un alquiler.
“Muchas familias llegan separadas. Primero viene uno y, a medida que mejora su condición económica, vienen los demás. Aunque en el último tiempo comenzaron a venir todos juntos porque en Venezuela no sabes qué va a pasar. Es una situación muy tensa e inestable”, dijo Pensa.
Eucarina Rodríguez y su marido, Eudo Vázquez, están entre los recién llegados, tras una travesía que incluyó viajar por tierra a Manaos para luego volar desde allí a Buenos Aires. Viven ahora en un hotel familiar en Belgrano y destacaron que acá por lo menos pueden «caminar por la calle».
«Allá no se puede salir de noche por la inseguridad», comparó ella, que es profesora de canto. Y adelantó: «Ahora quiero traer a mi hermana y a mi mamá, pero primero tenemos que establecernos bien”. Un primo cocinero, que llegó dos años antes, los ayuda todo lo que puede.
Para Cornelia Schmidt Liermann, diputada nacional (PRO) y presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, la venezolana «es la comunidad que más creció en los últimos dos años en la Argentina, incluso por encima de las de Paraguay y Bolivia». «Según nuestras estimaciones, en 2018 esta tendencia se mantendrá y será igual o mayor que la del año pasado», coincidió la legisladora, que participó por su función en el monitoreo de la migración venezolana.
«Nunca había pensado en irme de Venezuela para vivir en otro lado, pero lo tuve que hacer y es muy difícil”, comentó a Clarín Peggy Ibarra Mendoza, quien emigró en octubre. Aunque es abogada y quiere ejercer su profesión, por ahora sólo consiguió un empleo en un restaurante, y lucha para pagar cada mes un alquiler informal. Aún así, considera que está mejor: «Allá ya no hay dónde comprar alimentos. La comida se acaba y no alcanza».
Una familia que fue llegando de a poco
Yéssica Monroy tiene 25 años y es una de las venezolanas que busca una nueva vida en Argentina. Llegó en marzo pasado a Buenos Aires, junto con su novio, Miguelangel, y con su madre, que los acompañó hasta que pudieron instalarse y buscar trabajo.
“Soy contadora, pero vine dispuesta a comenzar a trabajar en lo que sea. Tuve suerte y en un mes conseguí entrar en una agencia publicitaria. Sin embargo, tengo una amiga que llegó con 100 dólares en el bolsillo y la tuvimos que ayudar. Algunos podemos planificar nuestra salida, otros apenas pueden salir de Venezuela”, explicó.
Monroy dijo que en los diez meses que lleva en Argentina vinieron de Venezuela su prima, su hermano y, a fin del año pasado, su padre. De a uno fueron llegando para volver a formar una familia.
“Primero -contó- vivíamos en un hotel. Ahora pudimos alquilar una casa. La idea es quedarnos hasta que las cosas cambien en mi país. Es bastante difícil irse, pero no dudamos en hacerlo por la crisis que se vive allá”.
La comunidad venezolana se concentra en cuatro barrios porteños y crece la movida nocturna en «Palermo Caracas».
Cuando el reloj marca las 22, los primeros comensales llegan para disfrutar de un trago de cierre de semana. No están en su país y, lejos de la familia, les suena agradable escuchar castellano con acento hogareño. Encuentros, abrazos, charlas. La preocupación por lo que ocurre en Venezuela no cesa. Sin embargo, Caracas Bar abre una pausa en Palermo; tradicional barrio porteño que junto con Belgrano, Almagro y Caballito se convirtieron en los lugares elegidos por los migrantes venezolanos que huyen de su país.
El Caracas Bar, visitado en la noche del viernes por Clarín, está en pleno Palermo Hollywood: Guatemala y Borges. Y es uno de los mayores puntos de reunión de la comunidad, junto con locales como Arepera Miss Venezuela (en Bonpland y Cabrera) y el 13 10 Bar (en Thames y Niceto Vega).
Sus empleados son venezolanos. Félix Ovalles, el dueño, dijo que su intención no es sólo brindar un lugar de encuentro para sus compatriotas sino que el bar funcione como un espacio para hablar de lo que ocurre en su país. “Además, participamos en las campañas que se organizan para juntar medicamentos. Pero lo más importante es dar una contención al que recién llega”, explicó Ovalles.
Yero Parra empezó como lavacopas en el Caracas Bar y a cada momento repite que lo más importante es “dar la talla”. “Llegué hace seis meses y pienso quedarme un largo rato en Argentina. Me trataron muy bien. Empecé trabajando en el café de un argentino que era de Santiago del Estero, que desafortunadamente tuvo que cerrar. Pero mientras pudo, me dio la chance de trabajar”, subrayó. El ambiente de este bar, según Ovalles y Parra, recuerda a la cultura venezolana como una manera de añorar un poco menos su tierra.
Los días transcurren en sus barrios. Pero la noche los atrae a bailar al ritmo del merengue y la salsa que, hace tres años, cambió el ambiente de los comensales de este situado en Palermo Soho. Eduardo, gerente del bar, explicó que cuando el dueño decidió poner música tropical y transformar el aspecto del bar en un lugar con semblante caribeño, la clientela comenzó a crecer. Según dijo, hay muchos argentinos que también se acercan para compartir el trago y el baile con el que, por algunas horas, apartan los recuerdos de mandar dinero a sus familias en Venezuela.
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