Los 3 posibles escenarios políticos-económicos en los que se podría mover Venezuela, según Manuel Sutherland
Manuel Sutherland, economista venezolano, precisó que otro de los panoramas es que «si para enero de 2024, el 70% de los restaurantes creían que iban a cerrar sus puertas este año, en un escenario político negativo, es difícil imaginar quiénes quedarían en pie».
El economista y director del Centro de Investigación y Formación Obrera (Cifo), Manuel Sutherland, describió 3 posibles escenarios en los que se podría mover Venezuela, ante la situación económica y política que vive la nación.
En ese sentido, indicó que el 2024, luce como un año de «vida o muerte para la nación» y agregó que «la posibilidad de un proceso electoral mínimamente competitivo parece haberse esfumado de repente».
Manifestó en uno de sus escenarios que la apertura económica «sería tibia, y las inversiones bajas, en espera de ver que tan sólido puede ser el gobierno de una coalición opositora minoritaria y con poco soporte partidario, institucional e internacional».
Otro de los panoramas, acotó, es que «si para enero de 2024, el 70% de los restaurantes creían que iban a cerrar sus puertas este año, en un escenario político negativo, es difícil imaginar quiénes quedarían en pie».
A continuación, los 3 escenarios descritos íntegros por el economista venezolano en un artículo publicado en Polítika UCAB:
Escenario número 1:
En el escenario más optimista, el gobierno y la oposición, con la intermediación de EEUU, logran acuerdos políticos trascendentes. El corazón de ese pacto global incluye la habilitación de todos, o casi todos los candidatos a la presidencia, con cierta popularidad y arrastre electoral. Estos acuerdos incluyen garantías electorales y observación internacional, a pesar de las dificultades de la proximidad de la muy apresurada fecha de estos comicios.
Este acuerdo pasa por la concreción de una transición negociada que respete la vida política de ambas partes y que garantice escenarios de convivencia futura. Algo como esto ha sucedido en varias transiciones de regímenes dictatoriales, aunque parezca inverosímil.
Como diría el John Magdaleno, se produciría una ruptura en la coalición dominante, los factores más conscientes de la necesidad de pacificar al país y reconstruir el proceso nacional de acumulación de capital, juegan un papel crucial.
Es decir, entienden que la extensión del conflicto asfixia a la economía, imposibilita el surgir de inversiones de amplio calado y hunde al país en un estancamiento secular. Ejemplos de ello son las transiciones democráticas en Chile, Nicaragua, Suráfrica, Polonia, entre otros.
En este escenario hay apertura económica, regreso de las inversiones y una consolidación de las libertades políticas que tranquiliza a los inversionistas. La economía pudiera crecer hasta en 10% de la mano de un levantamiento total de las sanciones.
Si bien, las sanciones no causaron la crisis producto de una pésima gestión administrativa, son un insalvable impedimento para la recuperación económica. No hay forma ni manera posible de recuperar al país sin un levantamiento total de las sanciones, sin la ayuda humanitaria internacional y sin el regreso al sistema crediticio mundial.
Escenario número 2:
En el escenario intermedio, el gobierno y la oposición, con la intermediación de EEUU, logran acuerdos políticos parciales, moderados. Habría algunas garantías electorales y no habría una observación internacional de gran calado.
En este caso, la transición se deja en el aire y se opta por habilitar a candidatos menos conocidos, pero que, en el rango electoral nacional, suelen aparecer con porcentajes de intención de voto respetable. Según la última encuesta de Datanálisis, entre los candidatos habilitados por el gobierno para optar a la silla presidencial, los tres con mayor apoyo serían: Benjamín Rausseo con 17 %, Leocenis García con 15,1%, y el actual gobernador del Zulia Manuel Rosales, que acumula el 8,7 % (Descifrado, 2024). Según la misma encuesta, la intención de voto por Nicolás Maduro ronda el 15 %.
Ello permite inferir que, aunque el gobierno impida la participación de María Corina, y su posible soporte de +/- 70%, en una elección mínimamente competitiva, el candidato oficialista podría quedar hasta en cuarto lugar. Si no se realiza un fraude grotesco, el gobierno debería ser derrotado por una alianza de candidatos opositores.
Aspirantes mucho más “débiles” permitirían cierto tutelaje político de un gobierno que tendría, aún sin la presidencia, un poder enorme. Ello frenaría la oportunidad para realizar un proceso de democratización profundo y podría extender la incertidumbre política.
La apertura económica sería tibia, y las inversiones bajas, en espera de ver que tan sólido puede ser el gobierno de una coalición opositora minoritaria y con poco soporte partidario, institucional e internacional.
Se mantendrían las sanciones, se extenderían algunas licencias de flexibilización, y las empresas petroleras que actualmente trabajan en el país, Chevron, ENI y REPSOL, harían inversiones moderadas. La economía pudiera crecer alrededor del 3%.
Escenario número 3:
En el escenario más negativo, el gobierno y la oposición rompen todo tipo de negociación. Surgen declaraciones cruzadas cada vez más confrontativas y el conflicto tiende a escalar. Aquí el gobierno puede tomar la vía de la Nicaragua actual. Es decir, realizar inhabilitaciones masivas e ilegalizar a todos los partidos políticos que realicen un intento de ser oposición, por más modosa y sumisa que se presente.
Sería una dictadura sin cortapisas, un gobierno de partido único que puede realizar sólo elecciones en las cuales participen sus militantes más entusiastas. En este escenario la elevadísima represión actual se exacerbaría y se llenarían las cárceles de dirigentes, sindicalistas y ciudadanos que expresen algún tipo de descontento.
Este escenario podría tener un matiz si el gobierno inhabilita a casi todos los candidatos nacionalmente conocidos, y las personas no comprenden la sabiduría electoral que el pueblo de Barinas nos legó. Es decir, si los políticos menos astutos, y más egoístas, logran imponer el escenario de promover la abstención para “deslegitimar las elecciones” teniendo la fútil esperanza de una intervención militar extranjera, podría el gobierno ganar las elecciones con una abstención del 80%, sin tener que robar un solo voto y sin recurrir a un incremento exponencial de la represión. Se repetiría un escenario parecido al de mayo de 2018.
Acá habría una apertura económica muy limitada y muy bajas inversiones. Se mantendrían o ampliarían severamente las sanciones, se podría eliminar la licencia de Chevron y saldrían los escasos capitales extranjeros que a duras penas subsisten.
La economía pudiera caer hasta en 12% de la mano de enormes dificultades energéticas (imposibles de subsanar sin grandes inversiones extranjeras) y una demanda solvente muy debilitada por los bajos salarios. Un éxodo renovado, se sucedería, con el agravante de que la comunidad internacional ha emprendido una ruta de deportaciones y rechazos de solicitudes de asilo, muy preocupante.
El estancamiento secular, muy similar al acaecido en Cuba y Corea del Norte, se vería potenciado por la masiva quiebra de las inversiones en bodegones, restaurantes, tiendas de electrodomésticos y abalorios de baja calidad.
Ese escenario le convendría a menos del 0,1% de la población del país. A diferencia de 2014, la élite del chavismo gobernante se ha aburguesado por completo, es decir, son dueños directos o indirectos de miles de negocios que se vendrían a la ruina.
Si para enero de 2024, el 70% de los restaurantes creían que iban a cerrar sus puertas este año, en un escenario político negativo, es difícil imaginar quiénes quedarían en pie.
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