Los "chalecos amarillos" son indicadores de una sociedad francesa en crisis
¿Son los «chalecos amarillos» indicadores de una profunda crisis social? Universitarios y empresas de sondeos analizan este movimiento social inédito, que sacude Francia desde hace cuatro meses, para comprenderlo y darle sentido más allá de las noticias y los estereotipos.
Los investigadores, atraídos por el alcance de la movilización desde el 17 de noviembre, analizaron rápidamente este movimiento apolítico, nacido en las redes sociales, en contra de la política fiscal y social del presidente Emmanuel Macron. Los manifestantes tomaron de nuevo las calles este sábado, en el 18º sábado de protestas en todo el país.
«Este movimiento podía parecer monolítico en un principio pero cuando se analiza con datos, se observa que hay una gran diversidad de perfiles», señaló Camille Bedock, encargada de investigación en sociología en el centro de investigación CNRS.
Sus primeros resultados, fruto de casi 800 cuestionarios a manifestantes, fueron corroborados por un estudio del Observatorio Sociedad y Consumo (ObSoCo) realizado a finales de enero a una amplia muestra de 4.000 personas representativa de la población.
Si bien hay una mayor representación de hombres, de clases sociales modestas (empleados, obreros, pequeños comerciantes) y cualificados intermedios, todos insisten en lo mismo: «No hay un perfil estándar».
«En realidad es una copia de la población francesa, ligeramente desplazada», explica Philippe Moati, profesor de economía en la Universidad Paris-Diderot y confudador del ObSoCo.
«Punta del iceberg»
Aunque la movilización en la calle se erosionó con el paso de las semanas, el eco de las reivindicaciones resuena ligeramente entre la población.
En el estudio del ObSoCo, el 49% de los franceses se califica como «chalecos amarillos» o dice haber participado en el movimiento. Y el 11%, sin ser «chalecos amarillos», se declara de acuerdo con ellos. «Esto es un 60% de la población que está, en diferentes niveles, en este movimiento», señala Philippe Moati, para quien la movilización es «la punta afilada de un iceberg más profundo».
El Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) revelaba que «incluso si el movimiento cuenta con apoyos diversos, la Francia de los ‘chalecos amarillos’ es ante todo la de la expansión urbana». «El epicentro de este movimiento se sitúa entre la población activa poco cualificada que reside en la gran zona periférica», precisaba.
Estos estudios revelan también una despolitización ampliamente extendida: el 43% de los «chalecos amarillos» declararon al ObSoCo no sentirse identificados con el espectro político francés.
Entre la multitud de reivindicaciones, la causa del poder adquisitivo es central, normalmente relacionada con un deseo de justicia social y fiscal.
El aumento del poder adquisitivo, la bajada de los sueldos de los políticos y altos funcionarios, la reducción de las tasas al carburante, el aumento del salario mínimo y el reestablecimiento del impuesto sobre la fortuna, se colocan en cabeza de las reivindicaciones, según el ObSoCo.
«División social»
Además de la desconfianza hacia las instituciones políticas, económicas y mediáticas, los «chalecos amarillos» se muestran además pesimistas sobre las generaciones futuras, dudan de los beneficios del crecimiento económico y temen la globalización.
Para Christian Laval, profesor emérito de sociología en la Universidad de París-Nanterre, «este movimiento evidencia un crecimiento de la división social». «Volvemos a una idea en la que hay entre un 20-25% de gente que vive sin muchas dificultades y un 70% que sufre el aumento del recorte de gastos, la precariedad», consideró.
Los «chalecos amarillos» son, como el resto de la población, grandes consumidores, señaló Philippe Moati, y destacó «la universalización de las normas de consumo», activas desde hace varios años.
Iphone, viajes, ropa de marca… «Todo el mundo aspira a lo mismo pero estos estándares son accesibles a los más acomodados y mucho más difíciles de lograr para los más modestos», indicó.
Según él, «el mal es más profundo que lo que expresan directamente los ‘chalecos amarillos’, este movimiento es sintomático de una crisis de la modernidad occidental, de una sociedad de hiperconsumo».
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