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20/10/2017 12:31 PM
| Por AFP

Los últimos días de una ciudad de 10.000 años

Los últimos días de una ciudad de 10.000 años

El Tigris serpentea entre las ruinas y minaretes de Hasankeyf, una ciudad turca por la que pasaron romanos, bizantinos y tribus túrquicas. Pero esta ciudadela de al menos 10.000 años de antigüedad quedará sumergida bajo las aguas.

En cuanto hayan terminado las obras de la gigantesca central hidroeléctrica de Ilisu, el río se saldrá de su cauce, borrando del paisaje a Hasankeyf y sus puentes de piedra.

El gobierno ha puesto en marcha un proyecto que suministrará la energía y la irrigación necesarias para el desarrollo del sudeste de Turquía, una zona poblada sobre todo por kurdos y durante mucho tiempo dejada de lado por el gobierno central.

Los monumentos históricos quedarán a resguardo en un lugar seguro tras una mudanza faraónica que recuerda a las llevadas a cabo en los años 1960 en el Alto Egipto por Gamal Abdel Nasser durante la construcción de la presa de Asuán en el Nilo.

Pero para muchos habitantes de Hasankeyf es una calamidad.

«Vamos a intentar luchar todo el tiempo que podamos para impedir la devastación de la belleza y de la historia de esta ciudad» de 6.000 habitantes, afirma Mehmet Emin Aydin, un comerciante local.

Los últimos días de una ciudad de 10.000 años

Como las obras casi están terminadas, «no hay vuelta atrás posible», lamenta Arif Ayhan, de la asociación del comercio y del turismo en Hasankeyf. «En vez de ignorarlos, tendrían que haber escuchado a los habitantes. La gente de aquí tiene la impresión de que el Estado los dejó de lado».

El proceso de contención del agua, que dará lugar a un lago artificial que a lo largo de los meses engullirá Hasankeyf, comenzará el 31 de diciembre. Por eso la mudanza de los monumentos ya ha empezado.

En una operación espectacular, en mayo, las autoridades desplazaron el mausoleo de Zeynel Bey, construido en el siglo XV en honor a una de las personalidades de la tribu Ak Koyunlu, que por aquel entonces controlaba la Anatolia Oriental.

El convoy necesitó cinco horas para recorrer los dos kilómetros que separan Hasankeyf del nuevo emplazamiento destinado al edificio medieval, un sepulcro cilíndrico cubierto por una cúpula.

Las autoridades esperan que este «parque arqueológico» situado a orillas del futuro lago artificial se convierta en una atracción turística. Pero algunos les reprochan seguir adelante con el proyecto sin preocuparse por salvaguardar la herencia histórica.

La federación europea del patrimonio cultural Europa Nostra denuncia que se hizo «sin consultar suficientemente a las comunidades locales, ni a los expertos» y que, en estas condiciones, los otros monumentos corren «un gran peligro».

«La inundación esperada de Hasankeyf destruirá los rastros de uno de los asentamientos humanos más antiguos jamás descubiertos», añade la ONG.

La publicación en agosto en las redes sociales de vídeos en los que los habitantes y los militantes mostraban -según ellos- a ingenieros dinamitando el acantilado de Hasankeyf generaron polémica. En señal de protesta el diputado opositor Mehmet Ali Aslan se encadenó a una roca del precipicio.

Pese a estos vídeos el gobernador de la provincia de Batman desmintió el uso de explosivos.

La primera piedra de la central de Ilisu, en la provincia vecina de Mardin, se colocó en 2006, cuando el actual presidente Recep Tayyip Erdogan era primer ministro. Prometió de aquella que este mastodonte aportaría «un gran beneficio» a los habitantes.

Ilisu forma parte del Proyecto de Anatolia del Sudeste, que casi se viene abajo por una serie de incidentes.

En 2009, varios inversores suizos, austríacos y alemanes se retiraron de él, estimando que carecía de garantías en materia de protección del medio ambiente y del patrimonio. El gobierno turco reaccionó diciendo que se financiaría con la ayuda de bancos turcos.

El gobierno se comprometió a realojar a los habitantes de Hasankeyf y se construyeron más de 700 viviendas en la parte alta del pueblo.

«No quiero nada del Estado, sólo quiero que no toque a Hasankeyf», protesta con tristeza Ayvaz Tunç.

«Lo único que pido es que Hasankeyf se quede como está, con todo su esplendor», añade. «Quiero vivir aquí. No quiero que la ciudad desaparezca bajo las aguas».

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