Muchos habitantes deciden exiliarse en el Reino Unido. Antes de cada vuelo hacia Londres los mostradores de facturación se abarrotan de pasajeros que llevan todo el equipaje que les permiten sus billetes.
Se despiden de los que se quedan en la ciudad con una mezcla de emoción y tristeza. Una familia lleva la olla arrocera, otra unos fideos de gambas que le recordará su patria.
Hanson, de 43 años, empleado del sector de la prensa, lleva en la mano el pasaporte británico de ultramar (BNO, documento heredado de la devolución a China en 1997). Cuenta que comenzó a planear su partida tras haber visto las imágenes de la policía golpeando a manifestantes en el metro durante las manifestaciones prodemocracia de hace dos años.
Actualmente casi todas las manifestaciones están prohibidas en Hong Kong, sometido a una represión masiva de China contra la disidencia y a una drástica ley de seguridad nacional.
«Echaré mucho de menos Hong Kong, pero la situación se ha deteriorado demasiado rápido y tengo que irme», dice.
El gobierno no da estadísticas sobre el número de habitantes que se van de la ciudad.
Según cifras de inmigración, el número de partidas netas de residentes aumentó a lo largo del año y alcanzó un máximo durante las últimas semanas.
En julio unos 1.500 hongkoneses en promedio partían a diario desde el aeropuerto, en comparación con aproximadamente 800 en el primer semestre del año, pese a la pandemia que limita los viajes internacionales.
Muchos de ellos aprovechan la oportunidad de emigrar que ofrece la antigua potencia colonial británica a quienes tengan pasaportes especiales «BNO» y a sus familiares.
El Reino Unido prevé la llegada de unos 300.000 hongkoneses al país, con parte de sus haberes, a lo largo de los próximos tres años, de los cuales 150.000 en 2021. Son más de los que se iban antes de la devolución de la soberanía a China en 1997.
La solicitud de pasaportes BNO y los retiros del fondo de pensiones obligatorio de la ciudad se han disparado.
El gobierno pro-Pekín de Hong Kong resta importancia a estas partidas.
«Quienes hayan decidido irse es su elección personal», declaró recientemente la jefa del gobierno local Carrie Lam, quien asegura que la ciudad tiene un brillante porvenir.
Hong Kong ha vivido otros éxodos en el pasado, sobre todo después de la represión de las manifestaciones prodemocracia en la Plaza de Tiananmen de Pekín en 1989 y a medida que se acercaba la retrocesión en 1997.
Algunas de esas familias regresaron al ver que no se habían cumplido sus peores pronósticos, pero el modelo autoritario chino está avanzando tan rápido que no es seguro que los que se van ahora vuelvan algún día.
Ho, un profesor de 45 años, se va al Reino Unido con sus dos hijos porque teme que se imponga en Hong Kong la enseñanza vigente en el resto de China. «Tengo que preparar cuestionarios sobre la ley de seguridad nacional para mis alumnos», explicó a la AFP. «Si mis hijos continúan en la escuela de aquí, sufrirán un lavado de cerebro».
Esta semana los directores de centros de enseñanza de secundaria enviaron una carta abierta a Carrie Lam, advirtiéndole que estaban perdiendo profesores y funcionarios talentosos. «Escuche seriamente a los hongkoneses para entender por qué se van», escriben.
Kin, un empleado de informática de 27 años, acompañó al aeropuerto a un amigo.
«Me entristece que se marche uno de mis mejores amigos pero también me siento aliviado porque por lo menos puede respirar el aire de la libertad», declaró a la AFP. «Esto hace que me pregunte si yo también debería irme».