Venezuela, inmersa en una profunda crisis económica y social, ha sufrido un «incremento dramático» de las muertes violentas en las últimas tres décadas, cuando se pasó de 13 a 56,8 homicidios voluntarios por 100.000 habitantes, un incremento de cerca del 350% que sitúa a la república bolivariana como la más violenta de Sudamérica, a mucha distancia de la segunda, Brasil, con 30,5, según un Informe de la ONU sobre la violencia en el mundo.
Colombia registró una tendencia contraria a su vecino, y pasó de 80 homicidios a 30 en las últimas tres décadas. Una reducción «parcialmente atribuida a la intensificación de las acciones del Estado contra el tráfico de drogas». Chile y Argentina cerraron la lista de Sudamérica con 3,5 y 5,1 muertes intencionadas respectivamente.
La violencia se cebó con América Latina de nuevo en 2017. América Central y América del Sur registraron las tasas de homicidios intencionados más altas del planeta, con 25,9 y 24,2 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según la ONU.
El Caribe cerró el podio mundial de homicidios con 15,1, de acuerdo con el informe anual sobre homicidios de las Naciones Unidas.
Los datos de América Latina destacan sobre la media mundial, de 6,1 homicidios, y son excepcionalmente más altos que los registrados en otras zonas del mundo, como el sur, el oeste y el norte de Europa, así como el este asiático y Oceanía, donde se contabilizó alrededor de una muerte violenta por cada 100.000 habitantes.
El Salvador, con más de 62 homicidios, y Honduras, con 41,7, encabezaron la lista de países más peligrosos de Centroamérica, de donde miles de ciudadanos emigran cada año hacia Estados Unidos huyendo de la violencia y la pobreza.
América Latina ha visto cómo su tasa de homicidios voluntarios aumentaba desde principios de la década de 1990, una tendencia inversa de la media global, que desde entonces ha caído un 15%.
La tasa de muertes violentas en Latinoamérica es de entre 8 y 11 veces mayor entre los hombres que entre las mujeres.