Oposición y Almagro viven su primer desencuentro en dos años
La oposición venezolana y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, viven su primer desencuentro en dos años de idilio en los que el excanciller uruguayo ha sido su mayor aliado internacional.
Almagro, al frente de la OEA desde mayo de 2015, se ha situado sin ambages del lado de la oposición, abriéndoles la puerta de la organización hasta el punto de permitirles instalar la semana pasada un Supremo paralelo al oficial en el ilustre Salón de las Américas.
Pero el lunes, en su valoración de las elecciones regionales del 15 de octubre, reprochó a los opositores, ni más ni menos, que con su participación en los comicios se convirtieran en parte del «fraude».
«Es muy claro que cualquier fuerza política que acepta ir a una elección sin garantías se transforma en instrumento esencial del eventual fraude, y demuestra que no tiene reflejos democráticos como para proteger los derechos de la gente, en ese caso, el voto», afirmó en un mensaje institucional tanto en vídeo como por escrito.
Y agregó que «para generar una recomposición democrática en el país, la dirigencia política opositora deberá unirse a la gente y a los pocos líderes que, en consonancia con sus principios, entendieron en todo momento que la ciudadanía de Venezuela quiere libertades y no está dispuesta a seguir las reglas de la dictadura».
Este mensaje soliviantó al expresidente de la Asamblea Nacional (AN, Parlamento) y ahora solo diputado Henry Ramos Allup, cuyo partido (que él lidera), Acción Democrática, obtuvo el mayor número de gobernaciones de la oposición en los comicios (cuatro de cinco).
«Inconvenientes sus declaraciones y no nos ayudan para nada en este momento porque si nosotros hemos decidido participar es una decisión que debemos tomar nosotros», afirmó el martes en una entrevista con el canal privado Globovisión.
El legislador, al que Almagro recibió en la OEA cuando aún era presidente de la AN, rechazó, visiblemente molesto, la afirmación de que presentarse a las elecciones los hace «parte del fraude».
«Yo no sé de dónde sale ese argumento de Almagro…lo cierto es que ojalá que la OEA, más allá de las meras declaraciones, ayudara de una forma un poco más eficiente a solucionar la crisis venezolana, más allá de la retórica», consideró.
Almagro no ha respondido a estas acusaciones y ha evitado recordarle que ha dedicado los dos años y medio de su mandato en la OEA a denunciar al Gobierno de Nicolás Maduro y a apoyar a la oposición.
«La reacción de Ramos Allup no es de recibo. Así como la MUD (alianza opositora) ha cultivado y explotado a su favor las declaraciones de Almagro sobre la consolidación de una dictadura en Venezuela, ahora debe saber reconocer sus críticas a su estrategia de participar en las elecciones», indicó a Efe Juan Carlos Hidalgo, analista político sobre América Latina del Cato Institute.
«La decisión de la MUD socavó la resistencia civil que llevaba meses en las calles y minó la credibilidad de líderes opositores como Ramos Allup. Almagro tiene toda la razón en señalarlo», agregó.
El abogado venezolano Mariano de Alba considera sin embargo que tanto Almagro como la oposición «cometen un error muy preocupante», el primero porque debía haberse «acoplado» a la decisión de participar en las elecciones, y los segundos porque deberían ser «más receptivos» a las opiniones de otros actores.
«Es el primer desencuentro público entre la dirigencia opositora y Almagro. Pero una parte de esa dirigencia ya tenía tiempo percibiendo que era difícil coordinar respuestas y esfuerzos con Almagro porque él también tiene su visión y agenda propia ante la crisis», explicó hoy a Efe en Washington De Alba, uno de los analistas que sigue al detalle la crisis venezolana.
«A todo esto hay que sumarle el hecho que Almagro ha abandonado en buena medida el trabajo diplomático coordinado con todos los países de la OEA para buscar aumentar la presión, centrándose de manera desmedida en ser la voz internacional más crítica en contra del régimen, lo que es positivo pero no suficiente», agregó.
Almagro dio en 2016 el paso sin precedentes de iniciar el proceso de la Carta Democrática de la OEA contra la voluntad de un Estado miembro, el de Venezuela, pero durante meses estuvo muy solo en ese esfuerzo, que podría haber llevado a la suspensión del país.
Después se conformó un grupo de alrededor de 14 países (en función del tema y el momento variaba el número) que presiona desde hace meses a Maduro pero que trabaja ahora fuera de la OEA (el Grupo de Lima, 12 naciones) al constatar en la Asamblea de junio en Cancún que no podrá aprobarse ni siquiera un texto de condena contra Maduro mientras el chavismo siga teniendo el apoyo del bloque caribeño.
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