La película «There is no evil», del cineasta disidente iraní Mohammad Rasoulof, fue recompensada con el Oso de Oro de la Berlinale, al término de una edición de fuerte carácter político, en la que América Latina triunfó en secciones paralelas.
Sin embargo, el thriller argentino «El prófugo» y el drama brasileño «Todos os mortos», en la máxima competición, se fueron con las manos vacías.
El jurado presidido por el actor británico Jeremy Irons otorgó el máximo galardón al filme de Rasoulof, que aborda la pena de muerte – tema tabú en Irán – a través de la mirada de los verdugos y las familias de las víctimas, en cuatro secuencias distintas.
El gobierno impide actualmente al director salir del país a raíz de su película «Lerd», que denunciaba la corrupción en Irán y que fue premiada en Cannes en 2017. Además, Rasoulof tiene prohibido filmar, por lo que tuvo que apañárselas para llevar a caso su último filme.
«Me hubiese gustado que Mohammad estuviera aquí en persona (…) Quiero agradecer al equipo increíble que puso en peligro su vida para estar en esta película», afirmó el productor Farzad Pak al recibir el premio.
La favorita de la crítica, «Never rarely sometimes always», de la estadounidense Eliza Hittman, que defiende el derecho al aborto, se llevó el Gran Premio del Jurado.
La película narra la historia de Autumn (Sidney Flanigan), una estudiante de Pennsylvania que parte a Nueva York con su prima para abortar, en un viaje que elogia la solidaridad femenina.
El título en inglés alude a una pregunta de una asistenta social a Autumn sobre si ha sido víctima de abusos sexuales. Debe contestar en una escala de «nunca» a «todo el tiempo».
– La polémica experiencia soviética –
La fotografía de «DAU. Natasha», un filme muy controvertido, considerado pornográfico en Rusia, fue recompensada por su «contribución artística excepcional».
La cinta forma parte del monumental proyecto experimental del ruso Ilya Khrzhanovsky, que filmó durante dos años a 400 voluntarios en una réplica de una ciudad científica soviética en Ucrania.
«La mayoría de las escenas de este proyecto son hardcore», había prevenido el nuevo co-director del festival, Carlo Chatrian.
Los actores italiano, Elio Germano, y alemana, Paula Beer (en la foto), se llevaron los premios a la mejor interpretación, por sus papeles respectivos en «Hidden away» y «Undine».
– Éxito argentino –
Aunque «El prófugo», de Natalia Meta, no triunfó, varios de sus compatriotas sí lo hicieron en las secciones paralelas, en una edición en que Argentina tuvo una presencia contundente.
«Isabella», la nueva entrega del proyecto de Matías Piñeiro en torno a las protagonistas femeninas de la obra de Shakespeare, se llevó una mención especial al mejor director, en la nueva sección experimental «Encuentros».
El corto «Playback. Ensayo de una despedida», de Agustina Comedi, se alzó con el Premio Teddy, que recompensa a cintas que hacen hincapié en la temática LGTB.
En la sección juvenil Generation Kplus, «Mamá, mamá, mamá», de Sol Berruezo Pichon-Rivière, recibió una mención especial y el corto «El nombre del hijo», de Martina Matzkin, se alzó con dos premios, entre estos el Oso de Cristal.
– Premio al cine colombiano experimental –
«Los lobos», del mexicano Samuel Kishi, basada en su propia infancia cuando emigró con cinco años a Estados Unidos con su madre y su hermano pequeño para vivir en un cuchitril con el único sueño de ir a Disneylandia, fue recompensado en la misma sección con el Gran Premio del Jurado Internacional, así como con el Premio de la Paz.
«Los conductos», película experimental del colombiano Camilo Restrepo, recibió el premio GWFF a la mejor ópera prima.
Para su primer largometraje, rodado en 16 mm, Restrepo filmó a un hombre trastornado, «Pinky», que se escapó de una secta en Medellín y quería vengarse de su líder que lo había manipulado.
«Su mayor deseo era matar a ese líder y le dije, pues matémoslo, para eso está el cine», había explicado a la AFP este director.
La nueva dirección de la Berlinale, integrada por Chatrian y Mariette Rissenbeek, reemplazó en esta edición a Dieter Kosslick, al frente del festival durante 18 años.
«No hubo ruptura radical, pero sí una renovación minuciosa», juzgó la cadena alemana ZDF, estimando que hubo más filmes experimentales en competición y menos directores de renombre, si bien la selección fue de «muy alto nivel».
Esta edición estuvo igualmente marcada por las revelaciones del pasado nazi del primer director de la Berlinale, que llevó a los organizadores a suprimir el premio que llevaba su nombre, Alfred Bauer.