#Perfil Maduro aspira a gobernar 18 años, el mandato más largo en casi un siglo
De ganar las elecciones de julio, el presidente Nicolás Maduro se coinvertiría en el segundo mandatario que ha controlado el poder por más tiempo en Venezuela, solo superado por Juan Vicente Gómez.
Si gana las elecciones de julio, el presidente Nicolás Maduro se convertiría en el segundo mandatario con más tiempo al frente del poder ejecutivo en la historia de Venezuela, solo superado por el dictador Juan Vicente Gómez, quien controló al país por 27 años, pero ejerció directamente la presidencia durante 16, hasta diciembre de 1935.
Maduro gobierna formalmente desde el 5 de marzo de 2013, pero ejerció interinamente la presidencia desde diciembre de 2012, cuando el expresidente Hugo Chávez se retiró por razones de salud, no solo dejándolo como suplente, sino designándolo como candidato a sucesor definitivo en caso de no regresar al cargo.
Aunque la legitimidad del presidente Maduro fue desconocida por un grupo de países encabezado por Estados Unidos, tras su polémica reelección en 2018, se ha mantenido en control de manera ininterrumpida por más de 11 años. Con un tercer período alcanzaría 18 en el ejercicio del poder.
Presidencia y poder no siempre han sido sinónimos
En Venezuela, no siempre la presidencia de la República ha sido sinónimo de poder real. Antes de Gómez, en el siglo XIX, los generales José Antonio Páez y Antonio Guzmán Blanco ejercieron el poder real por largos períodos; sin embargo, no todo el tiempo fueron presidentes.
Páez ejerció directamente la presidencia por 10 años, mientras que Guzmán Blanco lo hizo durante 13, al igual que el expresidente Hugo Chávez, quien fue reelecto en tres ocasiones.
El general Marcos Pérez Jiménez fue el «hombre fuerte» del país entre el 24 noviembre de 1948 hasta la madrugada del 23 de enero de 1958.
Con el derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos, Pérez Jiménez integró una junta militar hasta 1950, cuando asesinaron al jefe del triunvirato castrense Carlos Delgado Chalbaud.
Luego esa junta sería cívico militar hasta abril de 1953 cuando Pérez Jiménez comenzó a ejercer como presidente en solitario, tras desconocer los resultados de la elección de un parlamento constituyente en noviembre de 1952.
El otro mandatario que estuvo una década completa en el poder fue el expresidente Rafael Caldera, quien ganó las elecciones de 1968 y ejerció entre 1969 y 1974. Volvió a triunfar en 1993 para ejercer como mandatario entre 1994 y 1999.
Cipriano Castro y Carlos Andrés Pérez gobernaron durante alrededor de 9 años. El primero fue desplazado incruentamente por Juan Vicente Gómez en 1908 y el segundo ganó las elecciones de 1973 y 1988, pero fue destituido por sentencia de la entonces Corte Suprema de Justicia en 1993, antes de concluir su segundo mandato.
Maduro con «mano de hierro»
Nicolás Maduro ha gobernado Venezuela con «mano de hierro» por más de una década. Acusado de violar derechos humanos, insiste en mostrarse una imagen de hombre común, de «presidente obrero».
Alto, con un espeso bigote que luce con orgullo, Maduro, de 61 años, buscará el 28 de julio un tercer mandato de seis años, con el que espera callar de una vez por todas a quienes lo subestimaron por su pasado como conductor de autobús y dirigente sindical.
El partido de gobierno formalizó este sábado la candidatura del mandatario por «aclamación».
Maduro explota los estereotipos de «hombre de pueblo», de «presidente obrero», como se hace llamar, para su beneficio político, masacrando palabras en inglés y evocando un pasado sencillo en largas veladas televisadas junto a Cilia Flores, su esposa, su «primera combatiente», dirigente muy poderosa tras bastidores.
Formado en Cuba, la cultura de Maduro, que fue canciller y vicepresidente de Chávez (1999-2013), va mucho más allá del volante del bus que condujo en su juventud.
«¡Indestructible!»
Maduro fue designado por Chávez como su heredero el 9 de diciembre de 2012, antes de que el comandante viajara a Cuba para continuar un tratamiento contra el cáncer. Su «opinión firme, plena como la luna llena» era que su entonces vicepresidente le sucediera.
Erróneamente subestimado desde todos los flancos, Maduro neutralizó resistencias en el gobernante Partido Socialista de Venezuela (PSUV) y aplastó a la oposición para bloquear toda amenaza a su poder, como la candidatura presidencial de la liberal María Corina Machado, inhabilitada por 15 años para ejercer cargos públicos.
Masivas manifestaciones contra su gobierno en 2017 fueron duramente reprimidas por militares y policías, lo que derivó en una investigación de la Corte Internacional de Justicia por violaciones a los derechos humanos.
Supo también maniobrar entre una metralla de sanciones internacionales tras su reelección en 2018, boicoteada por la oposición y desconocida por medio centenar de países.
Sobrevivió además a una crisis económica sin precedentes en esta nación de casi 30 millones de habitantes, con un PIB que se redujo en 80% e hiperinflación.
Escándalos de corrupción, supuestos atentados… y Maduro sigue en la silla presidencial, «indestructible», como reza el eslogan del dibujo animado de propaganda «Súper Bigote», que lo muestra en la TV estatal como un superhéroe que combate monstruos y villanos de Estados Unidos y la oposición.
«Realpolitik»
Maduro no tiene el carisma de Chávez, aunque lo emula con discursos de horas en los que mezcla asuntos políticos duros, beligerantes, con chistes y anécdotas personales.
«Chávez era competitivo electoralmente, tenía la simpatía de una parte importante de la población, independientemente de sus errores», comentó a la AFP Benigno Alarcón, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello.
«Podía darse el lujo de llamar a elecciones», mientras que Maduro, sostiene, las evita porque «sabe que no las puede ganar».
«¡No volverán más nunca!», repite el mandatario con frecuencia en referencia a la «ultraderecha», en la que ubica a todos los opositores, a los que tacha de lacayos del «imperio estadounidense» y responsabiliza de todos los males.
Más allá de lo retórico, ha sabido hacer «realpolitik»: recortó el gasto público, eliminó aranceles para impulsar importaciones que acabaran con el desabastecimiento y permitió el uso informal del dólar, que hoy reina en un país donde tiendas y restaurantes de lujo reaparecieron, aunque solo para el disfrute de unos pocos.
«Es el capitalismo más desigual de América Latina», dice Rodrigo Cabezas, exministro de Finanzas de Chávez y crítico de Maduro.
«Marxista», «cristiano» y «bolivariano»
Si bien es intransigente en su discurso «antiyanqui», Maduro ha sabido negociar con Washington. Obtuvo el levantamiento parcial de sanciones -hoy en riesgo por la inhabilitación de Machado- a cambio de liberar «presos políticos», incluidos estadounidenses.
Consiguió que Estados Unidos excarcelara a dos sobrinos de su esposa condenados por narcotráfico, y al empresario Alex Saab, acusado de ser su testaferro y enjuiciado en Florida por lavado de dinero.
Lejos del ateísmo que por definición acompaña al marxismo, Maduro buscó acercamientos religiosos, sobre todo con la Iglesia evangélica, que maneja un valioso bloque electoral.
«¡No han podido conmigo ni con ustedes, porque Cristo está con nosotros», ha dicho el presidente, que se define como «marxista», «cristiano» y «bolivariano»!
«¡Soy el primer presidente chavista y nadie me quita lo baila’o».
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