#Perspectiva2025: El entorno político puede ser el principal escollo para el crecimiento industrial
Perspectivas concretas sobre el posible desempeño de la industria en 2025 no hay. Es difícil estimar más allá de las tendencias. El potencial de expansión existe, pero el entorno puede conspirar, indican expertos consultados por Banca y Negocios.
Ya Donald Trump y Marco Rubio anunciaron apretados torniquetes económicos para Venezuela. Nadie sabe a ciencia cierta qué va a pasar el 10 de enero, pero eso no es lo que nos atañe.
La Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria) –en enero de este año- proyectaba que el sector industrial tendría un crecimiento cercano al 10% para el año en curso, contando con la flexibilización de las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela.
El presidente de Conindustria, Luigi Pisella, dijo entonces que “estamos previendo que vamos a tener un crecimiento, manteniendo el escenario que tenemos allí de flexibilización de sanciones, un crecimiento de alrededor de 10 por ciento”.
“En cuanto a la producción, se prevé un leve incremento para el último trimestre de 2024, lo cual, sumado al crecimiento registrado en meses anteriores, sugiere una tendencia positiva».
Sin embargo, Pisella advirtió que la capacidad instalada de la manufactura aún se encuentra por debajo del 50%, lo que indica un margen considerable para expandir la producción, se lee en un despacho de prensa en el site del ente gremial, que está referido a noviembre.
Conindustria dijo el 11 de diciembre que el sector industrial venezolano estima un crecimiento que podría cerrar oficialmente hasta 15%, pese al tema del diferencial cambiario.
Lo cierto es que no puede predecirse si en 2025 ese “crecimiento” tendrá continuidad o se verá desinflado por los factores ya referidos.
Industria vs. riesgo político
El economista Víctor Álvarez, es Premio Nacional de Ciencias, y director del Proyecto Pedagogía Económica y Electoral.
“En 2025, el desempeño de la industria y de la economía en general estará muy influido por el riesgo político”, da –de entrada- con el punto de inflexión. El cuestionamiento del resultado electoral –opina el expresidente de Bancoex- prolonga la crisis política y tiende un manto de incertidumbre sobre la economía venezolana.
“Si los gobiernos de los principales socios comerciales de Venezuela desconocen la legitimidad del gobierno, se repetirá otro período presidencial signado por sanciones económicas y aislamiento internacional”, se aventura a vaticinar una realidad oscura.
Esto –avanza en su discurso- afectará el clima de negocios e inversión y repercutirá sobre el comercio exterior y las inversiones extranjeras.
“Hay que resolver el conflicto político para evitar que reaparezcan los desequilibrios macroeconómicos y evitar que el aparato productivo interno sea arrastrado otra vez a una profunda y prolongada recesión. Es lo que hay que evitar y eso solo es posible a través del diálogo y la negociación política”, hace un voto, en algo que luce más bien complicado de lograr.
Sobre la producción en 2025 vaticina que la exportación de petróleo seguirá siendo la principal fuente de divisas del país, pero si se queda sin licencia de la OFAC pocos querrán comprar petróleo venezolano para evitar ser sancionado por EEUU.
PDVSA volvería a vender sus crudos a escondidas, desliza con un guiño, “con 40% de descuento y sobreprecio en los fletes. Esto castiga los ingresos fiscales y limita el gasto público que pudiera dinamizar la economía”, va cincelando sus ideas.
El mal que han hecho las sanciones
Las sanciones económicas -critica Alvarez- han generado efectos colaterales no deseados en las empresas privadas; bancos y proveedores internacionales -al no poder distinguir la naturaleza pública o privada de su contraparte en Venezuela-, temen ser acusados de conspirar para burlar las sanciones y unilateralmente deciden suspender sus operaciones con el país.
“Empresas privadas han sido perjudicadas por el cierre de cuentas en la banca internacional, pérdida de financiamiento, suspensión de líneas de crédito, dificultades para realizar transferencias, cobros y pagos, cancelación de órdenes de compra, pérdida de proveedores y ruptura de redes de suministro internacional”, asevera el economista.
¿Y qué se desprende de lo anteriormente dicho? Un obstáculo para la adquisición de materias primas, insumos, repuestos y equipos, toda vez que los bancos y proveedores internacionales se inhiben de hacer pagos y despacho de pedidos a contrapartes venezolanas.
– ¿Cuál es la contribución de la industria al PIB?
– Según los indicadores internacionales, un país ha logrado su grado de industrialización cuando el aporte de la manufactura al PIB llega al 20%. A principios de los años 2000 el aporte de la manufactura venezolana estuvo en torno al 18%. Al cierre del 2024 apenas llega al 5%, y de 7.000 establecimientos industriales que había hace una década apenas quedan un poco más de 2.000, la mayoría de los cuales trabaja a menos del 40% de su capacidad instalada.
«Hay industrias que trabajan solo cuatro días de la semana, después de haber trabajado todos los días a dos y tres turnos», añade Álvarez.
Los datos más recientes de Conindustria revelan una recuperación del indicador de capacidad utilizada, que alcanzó a 43,8% al cierre del tercer trimestre. En condiciones adecuadas, este indicador podría acercarse a 50% en 2025.
– ¿Qué explica la desindustrialización de la economía venezolana?
– Tanto la apertura del mercado interno a toda clase de importaciones sin arancel como la sobrevaluación y apreciación del tipo de cambio oficial han facilitado importaciones baratas que desplazan y arruinan la producción nacional.
«Los recurrentes cortes en el suministro de electricidad, el racionamiento de agua, la escasez de gas industrial y la lentitud de las telecomunicaciones provocan frecuentes interrupciones no programadas que castigan la producción», añade Víctor Álvarez.
«Y los bajos salarios han forzado la migración de profesionales, técnicos y gerentes de alta calificación. En esas condiciones es muy difícil lograr nuevas inversiones en la industria nacional. Para 2025 el gran reto es que no cierre una sola empresa más y que las que están operando aumenten el porcentaje de capacidad instalada, desde el actual 44% a un 50-60%. Sobrevivir en condiciones tan adversas es una hazaña industrial», culmina su respuesta.
La política cambiaria
Para ir acercándose al clímax de su declaración, el Premio Nacional de Ciencias, se refiere al asunto cambiario. “La política cambiaria se ha utilizado como un instrumento de política antiinflacionaria”.
Y va más allá: “A través de su política de anclaje cambiario, el BCV frena el aumento del dólar por debajo del ritmo de la inflación; en consecuencia, la moneda nacional se aprecia y compra más en el mercado internacional que en el interno”.
“Cuando se devalúa o deprecia el bolívar, ocurre todo lo contrario: los productos importados se encarecen. Esto estimula la producción nacional. A la industria venezolana le conviene un tipo de cambio más caro que la proteja de importaciones baratas. El problema es que no todos los sectores tienen el mismo valor agregado”, puntualiza Álvarez.
Por lo tanto, dice el analista, un tipo de cambio más caro, si bien puede favorecer a aquellos sectores que tienen mayor contenido nacional, perjudicará a los que dependen de un mayor componente importado, el cual se encarecerá.
“En cualquier caso, la transformación de una economía rentista e importadora en una nueva economía productiva y exportadora requiere un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad nacional y respalde la competitividad cambiaria de los sectores más competitivos con capacidad de exportar”, remarca Álvarez.
Un aumento salarial
Para rematar, el vocero recuerda que Venezuela viene de sufrir una prolongada contracción de su actividad económica. El PIB se redujo en un 75% Esto se tradujo en un aumento de los índices de escasez de bienes y servicios indispensables para la vida.
“Un aumento del salario real mueve la economía y ayuda a vencer la recesión. Quienes viven de un ingreso fijo tienen mayores necesidades insatisfechas y cuando reciben un aumento de sueldo tienden a gastarlo todo”, advierte Víctor Álvarez.
¿Cuál es –entonces- la importancia del trabajo? El factor trabajo reclama aumentos de sueldos para compensar el poder adquisitivo que ha perdido como consecuencia de la inflación, pondera Álvarez. “La empresa registra la recuperación del salario como un incremento en los costos y para no afectar su margen de ganancias inmediatamente lo traslada a los precios”.
“Para obtener más ganancias no hay que aumentar los precios sino los salarios y así activar el círculo virtuoso de mejores salarios, mayor demanda, mayor producción, mayores ventas, más ganancia y mejor rentabilidad. Por eso, el salario no puede ser considerado simplemente como un costo de producción más, sino como la principal fuerza motriz del consumo privado y de la demanda agregada que impulsan y sostienen la actividad económica”, dispara el tiro de gracia.
El éxodo de la fuerza de trabajo
En su esquina, Manuel Sutherland es economista, master en Ingeniería Industrial, PhD en Economía del Desarrollo (CENDES-UCV) y en profesor e investigador del Postgrado (CENDES-UCV). Además, es director del Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO).
Banca y Negocios habló con el catedrático sobre fuerza de trabajo, para complementar los criterios del doctor Víctor Álvarez.
– ¿Nos queda fuerza de trabajo calificada en Venezuela?
– La data dice que se han ido entre 5 y 6 millones de personas en edad de trabajar. Muchos profesionales han tenido que salir por los bajos salarios y las dificultades políticas que tenemos. Pese a eso, queda personal calificado en algunas áreas, pero faltan muchos en otras. Hay huecos técnicos bastante importantes.
Aporta que la industria ha tenido que buscar –no sin mucho esfuerzo- como poner parches a esos baches.
El tercer salario más bajo del mundo
Sutherland expresa que el salario que tiene impacto sobre las prestaciones sociales es el tercero más bajo del mundo, superado solo por dos países africanos.
Sin embargo, la industria, al igual que otros sectores, han desechado apegarse al salario mínimo y manejan escalas propias. De acuerdo con la Encuesta de Coyuntura del tercer trimestre, la más reciente al cierre de este reportaje, el salario de un operador en la manufactura promedió 223 dólares mensuales.
Los propios industriales reconocen que este nivel de remuneración es insuficiente, pero también se destaca que ha subido 16,75% en términos reales, en comparación con el tercer trimestre de 2023.
El gobierno –opina- cree que hay que congelar los salarios por un tiempo, y cargar a los trabajadores la crisis.
Muchos trabajadores trabajan por cuenta propia, aparte del empleo formal que tienen. No cree que haya aumento de salarios en 2025 y mucha gente emigrará.
Al final del día, parece que ese matrimonio –no siempre bien avenido, pero que no admite divorcio- entre política y economía está viviendo unas nupcias más bien macabras. La política lo condiciona todo, y la industria no escapa de ello.
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