Pese al fin de la investigación rusa, un acercamiento Trump-Putin parece complicado
Donald Trump prometió mejorar las relaciones de Estados Unidos con Rusia, pero sus intentos de acercamiento chocaron hasta el momento con las sospechas de colusión que empañaron la primera mitad de su mandato presidencial.
Ahora que ha terminado la investigación del fiscal especial Robert Mueller, ¿conseguirá su objetivo el presidente estadounidense? Es imposible con Vladimir Putin, responden al unísono varios políticos y expertos en Washington.
Desde su llegada a la Casa Blanca a principios de 2017, el multimillonario republicano ha culpado a menudo la investigación rusa, una «caza de brujas» según él, de ser el principal obstáculo a una mejora de las relaciones con Moscú. De hecho, una nueva cumbre entre los dos presidentes se aplazó varias veces con el argumento de que había que esperar el final de las pesquisas del fiscal especial sobre el papel de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016.
El informe Mueller no halla pruebas de una «colusión» entre el equipo del candidato Trump y el Kremlin, por lo que, a primera vista, el camino parece estar despejado. Pero sólo a primera vista.
«Yo hago un análisis opuesto», dice el exembajador estadounidense Nicholas Burns, hoy profesor en la Universidad de Harvard. «El informe Mueller muestra muy claramente que los rusos lanzaron un ataque masivo y organizado contra las elecciones estadounidenses. Nadie cuestiona eso, excepto quizás el presidente Trump.
Una cuestión de actitud
En esas condiciones, «si el presidente Trump quiere mejorar nuestras relaciones, volverlas más normales, simplemente no es posible», avisa. «Cuando los rusos intentan socavar nuestra democracia, debemos actuar sin concesiones».
La primera reacción oficial de la administración estadounidense tras la publicación del informe Mueller parece confirmar su análisis. Con gran firmeza, el secretario de Estado, Mike Pompeo, se comprometió el viernes a «seguir» denunciando «la actitud inaceptable» de Moscú y a «tomar duras medidas» contra «sus actividades nefastas».
«Es grave», Rusia «se inmiscuye en elecciones en todo el mundo, no sólo las nuestras en 2016», declaró.
En varios puntos conflictivos del planeta, los dirigentes de las dos grandes potencias quisieran poder cooperar, pero su intento de acuerdo sobre Siria, por ejemplo, se saldó en un fracaso en el terreno.
Y en otros asuntos como la anexión rusa de Crimea, el conflicto en Ucrania, Venezuela y el ataque químico contra un exagente doble en Inglaterra, la relación se asemeja a una Guerra Fría entre Washington y Moscú, que se baten a golpe de sanciones y expulsiones de diplomáticos y «espías».
Más allá de las cuestiones de fondo, es a menudo la actitud de Trump la que acaba socavando cualquier esfuerzo de acercamiento.
«Parálisis deliberada»
En sus cara a cara con Putin, en noviembre de 2017 en Vietnam y en julio de 2018 en Helsinki, ocurrió lo mismo: el estadounidense pareció darle más peso a las denegaciones de Putin sobre la supuesta injerencia del Kremlin en las elecciones que a las acusaciones de sus propias agencias de inteligencia. Pero, en ambos casos, la polémica que sus declaraciones crearon en Washington obligó al multimillonario a dar marcha atrás.
«En política interior, los parlamentarios republicanos apoyan al presidente, pero no en el caso de Rusia», señala Nicholas Burns. «El Congreso siempre ha sido mucho más duro sobre Rusia que el presidente», añade, recordando cómo le gusta a Trump criticar públicamente a sus aliados Angela Merkel, Theresa May y Emmanuel Macron, mientras que dice «muchas cosas amable sobre Vladimir Putin».
De hecho, la firmeza respecto a Moscú es uno de los pocos temas en los que existe un verdadero consenso en la clase política estadounidense. El tono conciliador adoptado por Trump con su homólogo ruso en Helsinki indignó a numerosos republicanos que, sin que sirva de precedente, expresaron públicamente su enojo.
Senadores de ambos bandos presentaron recientemente una propuesta de ley para «reforzar la presión económica, política y diplomática» contra Moscú. «La parálisis deliberada del presidente Trump frente a la agresión del Kremlin ya no puede ser tolerada por el Congreso», afirmó el demócrata Bob Menendez.
En realidad, según un diplomático occidental, «todos los presidentes estadounidenses intentan mejorar las relaciones con Rusia», como el demócrata Barack Obama durante su primer mandato entre 2009 y 2013.
«Merece la pena intentarlo pero es bastante difícil con el actual régimen ruso», que tiene un programa abiertamente «antioccidental», considera. «Nuestra experiencia con los rusos muestra que sólo se obtienen buenos resultados cuando tienen la impresión de que uno es más fuerte que ellos».
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