PIB: el indicador incompleto
Históricamente el Producto Interno Bruto (PIB) ha sido la herramienta de análisis para muchos economistas, quienes han tratado de explicar y pronosticar el desempeño económico de una nación de forma comparativa. Siendo el total de producción de bienes y servicios en un período determinado, muestra la riqueza de un país y se podría pensar a primera instancia que también con esta herramienta se aproximaría a estimar el nivel de desarrollo económico o medida del bienestar de una población la cual es de alta importancia ya que demuestra la calidad de vida que tienen los ciudadanos en una determinada región.
En los años treinta no existía ninguna manera de cuantificar la situación de las economías, es por ello que Simon Kuznets da cabida a una solución que en el momento era innovadora, la creación de indicadores que permitiesen medir el gasto, la producción y el consumo, por ende, la contabilidad nacional. Sin embargo, a medida que se perfeccionaron los métodos, nos hemos tropezado con varios aspectos que demuestran que el PIB es un indicador incompleto como medida del bienestar, los cuales explicamos a continuación:
* Si comparamos dos países con características similares en relación a su producto total en un período de tiempo considerable no podemos afirmar que la calidad de vida es mejor de aquel con mayor PIB, debido a que no considera la población que lo produce, es decir cuánto produce en promedio cada persona de esa región. Y si tomamos como alternativa el PIB per cápita tampoco es suficiente debido a que no explica de qué manera se distribuye el ingreso entre ciudadanos, no sabemos si el país sufre de amplias desigualdades en renta (por supuesto, los países con mayores niveles de PIB per cápita demuestran mayor nivel de desarrollo económico).
* Actividades no remuneradas no son tomadas en cuenta en el cálculo del PIB, por ejemplo, la labor del hogar, trabajo voluntario o actividades de trueque debido a que en ningún caso estas actividades tienen un precio en el mercado.
* Existen también otras actividades que no son declaradas al sector público con el objetivo de evadir impuestos, la economía informal. Al no estar declaradas no hay prueba de que existen contablemente y esto hace que el PIB no muestre realmente todo el producto de una economía.
* A través del PIB no podemos establecer la calidad del sector educativo o de salud, los cuales son determinantes en el bienestar de los individuos, aunque por supuesto, los países con mayores niveles de PIB per cápita generalmente pueden tener acceso a sectores de mejor calidad.
* No se puede determinar la calidad de los productos en el período de tiempo a través de ese indicador, el PIB de los 90 no nos puede indicar la calidad de los celulares en comparación con los del 2018, entonces no podemos comparar lo producido.
* Tampoco informa de las externalidades tanto positivas como negativas generadas por las actividades económicas ni tampoco del grado de libertad de los ciudadanos que influye directamente en su bienestar
Los puntos anteriormente mencionados demuestran que el producto interno es incompleto, pero una alternativa eficiente sería el Índice de Desarrollo Humano creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Según este programa «el IDH mide el progreso conseguido por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, acceso a educación y nivel de vida digno.» La próxima vez que deseemos comparar dos países en términos de su calidad de vida volteemos la mirada hacia este índice para obtener conclusiones más acertadas.
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