Primera exportación de marihuana medicinal uruguaya lista para despegar
Las tijeras vuelan sobre las plantas de marihuana. Dentro del invernáculo, el ir y venir de empleados acarreando cajas cargadas de inflorescencias es frenético. En Nueva Helvecia, Uruguay, es la primera cosecha para exportación después de un año de espera.
Primer país del mundo en regular la venta de marihuana con fines recreativos a través de farmacias, Uruguay quiere pasar a integrar el club de exportadores legales de la droga que, según datos de Naciones Unidas a 2016, encabezaban Reino Unido (67,7% del total), Holanda (16,4%) y Austria (8,7%).
Con las ventas de cannabis con fines terapéuticos al exterior, el país sudamericano termina de concretar su apuesta por la legalización total de la planta.
– Primera cosecha –
«Acá estamos. Cortando marihuana. Esta es la extracción de flores. Una planta tiene que llevar entre cinco y 10 minutos por persona» para ser procesada, explica a la AFP Santiago Bardanca, de 33 años, mientras poda una planta de cannabis y coloca prolijamente ramas y flores en cajas de colores.
Bardanca es experto en el cultivo. Supervisa su propio equipo de trabajo en Fotmer, empresa de capitales estadounidenses y uruguayos que instaló 18 invernáculos –casi 30.000 m2 techados- para producción de marihuana con fines medicinales en Uruguay, al amparo de su revolucionaria ley que regularizó el mercado del cannabis en 2013.
La marihuana, cortada y secada, será preparada para exportar a Europa, Canadá y Australia.
– El sueño y la oportunidad –
Dentro de un invernadero de 1.800 m2, Jordan Lewis, de 46 años, examina las plantas. Es veterinario de formación. La ley uruguaya le dio la oportunidad de concretar el sueño de tener su propio negocio ligado a una planta que ha estudiado en detalle y cuyo potencial económico considera enorme.
Uruguay «ha sido visionario» y ahora «el mercado está creciendo», por eso el país –donde la droga de uso recreativo se vende en farmacias-, puede hacer punta en producción de cannabis medicinal, explica el empresario.
Su meta es clara: este año dispondrá de seis toneladas de producción. La segunda etapa llegará a 10 toneladas, luego 30, y el objetivo final 400, para una inversión total de 15 millones de dólares.
A sus espaldas, las plantas de marihuana se yerguen hasta los dos metros de altura, alimentadas exclusivamente a través de riego. El cultivo tiene plantas de igual tamaño y estado de desarrollo, algo clave para una producción altamente «estandarizada».
Todo el proceso sigue protocolos específicos para abastecer a la industria farmacéutica que es, explica Lewis, el principal destino de su producción de flores y extractos.
«Nuestro objetivo es convertirnos en un proveedor principal de cannabis de uso médico» aprovechando las ventajas legales e institucionales que ofrece Uruguay, afirma, mientras las cajas destinadas a la planta de secado avanzan aisladas del mundo exterior, en un perímetro altamente asegurado.
– «Hiperparanoia» –
La cosecha es intensa y estresante. Se realiza en pocos días, en turnos que cubren 24 horas.
Las flores son recetadas como medicina en países como Alemania; otros componentes químicos se destinan a remedios específicos, explica Lewis.
Las flores ingresan a una cadena de procesamiento que une lo industrial con lo artesanal. La cosecha se realiza manualmente. Una cortadora permite desprender los restos de hojas. La clasificación final o «manicura», por tamaño de la flor, se realiza a mano.
Cada área está separada. Pasar de una a otra supone cambiar de ropa, de tapabocas, y de calzado, innumerables veces. Entre una sala y otra, un sistema de presurización evita que las puertas que conectan cada zona se abran a la misma vez y haya, siquiera, pasaje de aire entre ellas.
«Esto es ‘hiperparanoia’,» describe Asim Beg, director científico de Fotmer. Es imprescindible reducir al mínimo el riesgo de contaminación de un producto biológico que, en definitiva, «es una medicina como cualquier otra medicina».
Los pasos están calculados al detalle: después del corte en el momento exacto, vienen seis días de secado y seis días de reposo o «estabilización» para las flores, durante los cuales los componentes químicos llegan a su estado final. El empaque toma dos días.
El resultado: solo 12% de humedad en la flor y un registro que permite trazar cada paso del producto. «Toda la vida de la planta es seguida desde la plantación hasta la venta», explica Beg. Es «un requerimiento» de la industria farmacéutica, añade.
– Primera exportación –
Todo comenzó con 10 plantines que fueron clonados hasta llegar a 10.000. «Es emocionante», comenta Lewis con su equipo al final del proceso, mientras sostiene las primeras bolsas plateadas cargadas de marihuana para exportación.
Pesan tres kilos. A un precio en el mercado internacional de tres a siete dólares el gramo, la carga de cada bolsa oscila entre 9.000 y 21.000 dólares.
Foto de equipo, bolsa en mano. Primera producción, primera exportación. Su destino, Alemania, desde donde comenzará la distribución.
En el continente americano, los estados de Colorado y Washington en Estados Unidos, y países como Canadá, Colombia y Chile han avanzado en diferentes esquemas de regulación de la droga. Uruguay estableció una ley pionera para regular su uso recreativo, y ahora apuesta al cannabis medicinal para sacar rédito económico a la iniciativa.
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