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04/08/2016 12:01 AM
| Por

César Aristimuño

Reflexiones en medio de la crisis: El Estado interventor y el bienestar de la sociedad

La condición de productor de petróleo altamente dependiente de la venta internacional de hidrocarburos y sus derivados ha generado en Venezuela una serie de circunstancias económicas que han terminado por hipertrofiar al Estado como administrador de la renta pública, en especial a lo largo de las últimas dos décadas.

Normalmente las experiencias de control empresarial exacerbado por parte del Estado no han traído buenos resultados en el mundo y la historia así lo demuestra. 

El intervencionismo como vicio tiende a crear muchos más problemas de los que soluciona y además se perpetúa en un ciclo en el que para corregir distorsiones se hace necesario profundizar aún más en alcabalas y controles oficiales.

En el otro extremo del espectro, son las empresas privadas defendidas por sus propietarios y accionistas las que usualmente reflejan los mejores resultados en términos de desempeño y eficiencia. Los hechos y las realidades asociados a modelos de amplio control estatal han demostrado por contraste que son las economías de mercado las más proclives al progreso, lejos de la discrecionalidad.

En cambio, las empresas en manos de la administración pública por lo general no igualan a sus pares privadas en estos apartados, y suelen arrojar con suma frecuencia numerosos casos de corrupción y problemas de gestión en general.

Por largo tiempo se ha mencionado que las expropiaciones, estatizaciones y nacionalizaciones contribuyeron a echar por tierra el aparato productivo nacional, al tiempo que se generaba un entramado de empresas públicas que incrementaba la nómina estatal sin mostrar resultados contundentes.

La función propia del Estado en el mundo moderno es la de regular, garantizar la seguridad y propiciar la libre y justa competencia en beneficio de toda la sociedad. Como uno de los factores económicos primordiales, el sector estatal a través de la labor del Ejecutivo debería encargarse del cumplimiento de las leyes, el bienestar del colectivo y la existencia de condiciones adecuadas para el desarrollo de la nación.

Venezuela vive en estos momentos la más fuerte demostración más allá de toda duda sobre los efectos de un modelo prolongado de estatismo, controles y supresión de la actividad privada, por lo que la consecuencia lógica debe ser que cada actor asuma las actividades que le son propias, y se permita al sector privado retomar el protagonismo en la producción de bienes y servicios para satisfacer las demandas de la población. 

Es absolutamente evidente que la profunda intervención del Estado, con una presencia avasallante en casi todas las actividades económicas del país, queriendo convertirse en un Estado empresario, claramente sin resultados positivos que mostrar, no ha hecho más que generar fuertes desequilibrios que han empeorado en los últimos años, destacando la inflación, el desabastecimiento y el desorden administrativo, empeorando la calidad de vida de los venezolanos.  

Es un buen momento para la reflexión. La historia reciente nos muestra de una manera cruda los fracasos de los países que han levantado sus modelos de gobiernos sobre la base del populismo, el caudillismo y el autoritarismo. Como ejemplos positivos de países que se han deslastrado de las ideologías totalitarias tenemos a China (país muy cercano al gobierno nacional) que ha logrado impulsar, con reglas de capitalismo de mercado, el exitoso progreso económico de que hoy disfruta. Es una economía que actualmente opera con una versión abierta y de mercado. 

El otro ejemplo más relevante y exitoso que, en las últimas dos décadas, es Vietnam. País que de un fracasado sistema económico comunista altamente empobrecedor e interventor dio paso hacia una economía de mercado con sentido social. Hoy sus habitantes disfrutan de un alto nivel de vida y Vietnam es considerada como la economía de más rápido crecimiento a nivel mundial. El sector privado genera dos tercios del PIB, tal como lo señala José Ignacio Moreno León.

La historia tiene muchos ejemplos buenos y malos que mostrar. No hagamos que nuestro pueblo padezca lo que otros países han sufrido por una rara insistencia política en mantenernos del lado equivocado de la historia.

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