Reuters: Esperanza de seguir contando con Clap inclinaría balanza electoral a favor de Maduro
La esperanza de seguir contando con alimentos subsidiados podría empujar a millones de venezolanos a votar en mayo por el presidente Nicolás Maduro, en medio de una hiperinflación que ha devastado el poder adquisitivo y una escasez crónica de productos básicos que llevan a muchos a pasar hambre.
Bolsas de arroz, pasta, granos, aceite, leche en polvo, mayonesa y a veces unas latas de atún, están entre los 19 productos que conforman las cajas CLAP que el mandatario lanzó en el 2016 para lidiar con la ya entonces creciente especulación y falta de alimentos y medicinas.
Cada caja, que lleva impresos los rostros de Maduro y de su fallecido predecesor y mentor Hugo Chávez, cuesta 25.000 bolívares, unos 12 centavos de dólar a la cotización del mercado paralelo o 62 centavos de dólar al tipo de cambio oficial.
Maduro dice que esas cajas son el “arma más poderosa” para combatir lo que llama una “guerra económica” de sus enemigos en busca de debilitar a su gobierno. Pero sus rivales y los analistas aseguran que los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) son usados como mecanismos de control social y de presión para lograr inclinar la balanza electoral a su favor.
Incluso el mismo funcionario a cargo del programa, Freddy Bernal, reconoció que las cajas “son una herramienta política”.
“(Los CLAP) son instrumento de la revolución, nos ha servido para proteger a nuestro pueblo, y nos ha servido para evitar una explosión social y nos ha servido para ganar elecciones y las seguiremos ganando”, dijo a Reuters el miércoles.
En Venezuela el 87 por ciento de la población vive en la pobreza, según un estudio hecho por tres grandes universidades venezolanas y divulgado recientemente, que mostró que los habitantes perdieron en promedio 11,4 kilos de peso en el 2017. El Gobierno no publica estadísticas socioeconómicas.
“Nos tienen contra la pared. Sin dinero para comprar comida, el gobierno nos extorsiona con esas cajas. Muchos van a votar por Maduro porque tienen miedo de perderlas”, dijo frustrada María González, una mujer de mediana edad que quería comprar pollo en un mercado popular en Caracas, pero con los precios que trepan día a día no le alcanzaba el dinero.
Y es que una docena de huevos –no incluidos en las cajas CLAP- cuesta alrededor de un dólar al tipo de cambio paralelo o un 16 por ciento del salario integral mínimo, conformado por una parte en efectivo y otra en tickets para el supermercado, de poco más de seis dólares al mes. Un kilo de leche en polvo en un supermercado cuesta 4,7 dólares al tipo de cambio paralelo.
“Yo , como otras mujeres que conozco, sí votaríamos por Maduro porque nos promete que seguirá dando los CLAP, que al menos nos resuelve un poco la vida. Cuando ganas un sueldo mínimo que no alcanza porque todo está carísimo, la caja ayuda”, dijo Mariana, una cocinera de 30 años y madre soltera que no es chavista y prefirió no dar su apellido por temor a perder el beneficio.
CON MADURO, AUNQUE NO TENGA COMIDA
Muchos de los beneficiarios de las cajas, que el Gobierno cifra en seis millones de familias, se quejan de que suelen llegar abiertas e incompletas y no son repartidas con una frecuencia determinada.
La consultora de Caritas en Venezuela, Susana Raffalli, ha cuestionado la calidad de los productos, en su mayoría importados, y dice que una de las principales metas del Gobierno es que Maduro sea reelecto el 20 de mayo para un nuevo sexenio.
“El objetivo alimentario no les importa, sino que algo de comer les llegue mientras salimos de las elecciones y para tener control social”, afirmó en una entrevista con Reuters.
El estudio de las tres universidades concluyó que la política de protección social del gobierno ahora quedó reducida a una bolsa o caja de comida, y que siete de cada 10 venezolanos han recibido el paquete de alimentos.
Según Raffalli la desnutrición infantil aguda y grave en el país se duplicó el año pasado y ya supera el 15 por ciento que ha establecido la Organización Mundial de la Salud (OMS) como piso para considerar una emergencia humanitaria.
La crisis social, la recesión económica y una inflación anualizada de 4.000 por ciento –según cálculos del parlamento opositor- ha llevado al éxodo de millones de personas en los últimos años.
Coordinado por organizaciones vecinales creadas por el Gobierno, el CLAP exige a los beneficiarios que paguen de antemano un monto fijo por las cajas, aunque no estén completas.
Con las cajas de alimento, el oficialismo parece haber reforzado el vínculo con muchos seguidores, en momentos en que Maduro enfrenta un rechazo a su gestión de alrededor del 75 por ciento, según la encuestadora Datanálisis, debido a que muchos partidarios del chavismo se han desencantando con su gestión.
“La caja me alcanza para comer al mes porque somos pocos en casa. Yo soy chavista revolucionaria y así no tenga comida en mi casa yo voto por Maduro”, dijo la enfermera Eva Sánchez en el sureño estado Táchira.
Para Yaneidy Guzmán, una trabajadora del aseo urbano de 32 años, la caja representa un alivio. “Por lo menos por 10 días uno no tiene que pensar cómo va a hacer con la comida”.
La madre de tres hijos, que aseguró haber perdido 20 kilos en el 2017, dijo que a veces la distribución ha demorado hasta dos meses en llegar a su calle en la barriada de Petare, una de las más populosas de América Latina.
En algunos barrios humildes de Caracas, testigos dijeron que cuando reparten las cajas los organizadores exigen que los beneficiarios tramiten el Carnet de la Patria, una identificación oficial para censar a quienes reciben las ayudas.
Pero incluso si se trata de familias pequeñas, la caja de alimentos no es suficiente para navegar la crisis económica.
“Hoy en día no se puede ir al supermercado”, afirmó entre lágrimas Yuni Pérez, una empleada del servicio de recolección de basura de Caracas. “Pero no puedo depender de la caja, si no me muero de hambre”, agregó después de confesar que a veces hurga entre los desperdicios en busca de algo que llevar a su mesa.
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