15/03/2017 10:06 AM

Reuters: La oposición venezolana opta por protestas sorpresa

Una docena de activistas se bajan subrepticiamente desde sus carros, caminan con determinación hacia el Ministerio de Alimentación de Venezuela, fuertemente vigilado, y tiran dos bolsas de basura en su entrada principal.

Los efectivos de seguridad rápidamente forman un cordón, mientras partidarios del gobierno aparecen de la nada, algunos lanzando golpes a los manifestantes.

Los opositores, que utilizan las bolsas para simbolizar cómo la gente está hurgando en la basura en busca de comida debido a la crisis económica, gritan: «¡El pueblo tiene hambre!».

Unos minutos después, son perseguidos de regreso a sus autos por una muchedumbre creciente de partidarios del presidente socialista Nicolás Maduro.

La demostración de una mañana reciente en una zona populosa de Caracas es la última de las protestas «sorpresa» casi semanales con las que la oposición pretende incomodar a Maduro, reactivar sus acciones callejeras y destacar la crisis económica que sacude a Venezuela.

«Tres millones de venezolanos hoy están comiendo de la basura», dijo el diputado opositor Carlos Paparoni. «Nadie va a permitir que nos callemos. Vamos a dar la batalla donde tengamos que darla».

Las pequeñas y esporádicas protestas paralizan brevemente las calles y proporcionan coloridas fotografías para los periodistas, pero no representan una amenaza para Maduro.

De hecho, sólo han aumentado este año debido al fracaso de las marchas de masas tradicionales del 2016 que no impidieron que las autoridades bloquearan un referéndum revocatorio del mandato de Maduro que podría haber alejado de su cargo al ex chofer de autobús de 54 años.

«Vamos a tener que salirnos de las convocatorias convencionales. Tendrá que ser el factor sorpresa para que el Gobierno termine de entender que tiene que respetar la Constitución», dijo el líder de la oposición Henrique Capriles, cuyo partido, Primero Justicia, es promotor de esa táctica.

«NO A LA DICTADURA»

Luego que varias marchas de estilo tradicional fueron bloqueadas en todo el país el 23 de enero por las fuerzas de seguridad, Capriles estrenó la nueva estrategia al día siguiente con una protesta sorpresa que inmovilizó brevemente los vehículos en una autopista.

Los manifestantes sostuvieron pancartas que exigían «¡Elecciones ya!».

Desde entonces, activistas han aparecido regularmente para detener el tráfico, entonar consignas y exigir reuniones con funcionarios. Un día tuvieron tres protestas simultáneas.

Los números, sin embargo, son pequeños: normalmente una o dos docenas. Las fuerzas de seguridad normalmente los desaloja rápido y los partidarios de Maduro merodean los edificios públicos para defenderlos en esos momentos.

«Estos golpistas fascistas lo que buscan es sembrar violencia. Donde deben ir es a la cárcel», gritó Jorge Montoya, de 48 años, a las afueras del Ministerio de Alimentación, donde ayudó a perseguir a los activistas opositores.

Otro partido opositor, Voluntad Popular es también organizador de ese tipo de protestas.

En febrero, sus activistas pintaron un mosaico de su líder encarcelado, Leopoldo López, en una carretera; cubrieron postes de luz con letreros de «¡No a la dictadura!» y en San Valentín entregaron flores a los efectivos de seguridad.

«Son acciones que tienen que tener una característica: que sean creativas, que tengan alto impacto comunicacional, que hagan perder el sentido de autoridad invencible del Gobierno, y que transmitan un mensaje», dijo Emilio Graterón, jefe nacional de activismo de Voluntad Popular.

Los activistas del partido se inspiran en modelos exitosos de protesta pacífica como los liderados por el entonces líder sindical Lech Walesa contra el comunismo en Polonia y la oposición en Chile a la dictadura de Augusto Pinochet.

Sin embargo, tales comparaciones parecen exageradas en Venezuela en este momento, donde no sólo los funcionarios del gobierno, sino algunos partidarios de la oposición se burlan de las protestas sorpresa y las califican de «ineficaces».

«Nadie ve esas protestas sorpresas», dijo Julio Pereira, un estudiante de 25 años que participó en marchas de la oposición durante años. «El Gobierno se ríe de ellos».

A pesar de que la oposición demostró su vasto apoyo al ganar elecciones legislativas a fines del 2015, la perspectiva del cambio político se ha atenuado en los últimos meses.

«Hace poco, yo estaba dispuesto a marchar a (el Palacio Presidencial de) Miraflores», dijo Pereira, quien tiene planeado mudarse a Argentina. «Ahora, en vez de eso, pronto estaré camino al aeropuerto para irme. El Gobierno es un desastre, la oposición es un desastre, y país es un desastre. Estoy ido».

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