¿Se deciden racionalmente todas las inversiones?
Asumir que los inversionistas toman decisiones solamente basados en un esquema racional es una afirmación que cada día pierde más peso. Expertos economistas afirman que en la mente del inversor la racionalidad está influida por la información que tienen a su disposición, la capacidad de sus análisis así como por el tiempo que tienen para decidir. En definitiva, dentro del comportamiento de un inversor, las emociones juegan un papel muy importante.
El autor chileno, Humberto Maturana, afirma que “no es cierto que los seres humanos somos seres racionales por excelencia. Somos como los mamíferos, seres emocionales que usamos la razón para justificar u ocultar las emociones en los cuales se dan nuestras acciones”.
Lo mismo ocurre a la hora de invertir. Los individuos tienen sentimientos, emociones y diferentes sesgos que nos hacen actuar de una forma u otra a pesar de que intentemos que la razón sea el motor que nos hace escoger. Esto debilita la teoría financiera clásica que apunta a que un mercado financiero es eficiente si los precios incorporan toda la información disponible de los activos negociados.
Este modelo no era capaz de entender por qué existían muchos de los patrones que el mercado seguía. Debido a esto último, se produjeron otras teorías como la conductista, que se basa en que el inversor no siempre se guía por la razón sino que esta última está limitada, dándose sesgos emocionales e irracionalidades.
Hay que estar atentos a los desvíos o sesgos que pueden afectar las decisiones. Por ejemplo, el ‘sesgo de confirmación’, que nos hace pensar que todo lo que nos rodea (análisis, artículos, recomendaciones) confirma nuestra teoría sobre una inversión que vamos a realizar sin importar si esta es correcta o no.
Esto se debe a que en algunas ocasiones nuestras operaciones están dominadas por nuestras emociones. No obstante, a pesar de que sea imposible dejarlas a un lado existen fórmulas para intentar suavizarlas; entre ellas no seguir a la mayoría, mantener la calma o diversificar el riesgo.
Todo esto nos lleva a preguntarnos ¿es el inversor un ser racional? Sí, pero hay que añadir que es a su vez un ser emocional, que experimenta alegría, pánico, euforia y codicia entre muchas otras emociones, provocando a veces grandes movimientos en los mercados.
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