Sin diálisis ni medicinas, pacientes con trasplantes luchan por sus vidas
Yasmira Castaño sintió que había recibido una nueva oportunidad de vida cuando se sometió a un trasplante de riñón hace casi dos décadas. La entonces joven terminó la escuela secundaria y comenzó a trabajar como manicurista.
Pero desde finales del 2017, la hoy empobrecida mujer de 40 años no ha podido hallar los medicamentos necesarios para evitar que su cuerpo rechazara el órgano, en un país alguna vez orgulloso de su sistema de salud pero ahora sumergido en una crisis tras varios años de inestabilidad económica.
La noche de Navidad, débil y frágil, Castaño fue llevada a las carreras a un desvencijado hospital estatal. Su sistema inmune estaba atacando al riñón y poco después lo perdió.
Ahora debe someterse a diálisis tres veces por semana para filtrar su sangre. Pero el hospital adscrito a la Universidad Central de Venezuela, alguna vez uno de los mejores de Sudamérica, sufre frecuentes cortes de agua y a menudo carece de materiales para dializar.
“He pasado noches sin dormir, puro pensar”, dijo Castaño, quien pesa unos 35 kilos, tendida en la vieja cama de la habitación del desolado hospital con paredes sin decorar.
Su compañera de cuarto, Lismar Castellanos, que cumplía 21 años ese día, lo dijo de manera más directa.
“Lamentablemente puedo fallecer”, dijo la joven, quien perdió su riñón trasplantado el año pasado luego de contraer el virus Zika y ahora también lucha para obtener suficiente diálisis para que su cuerpo siga funcionando.
Las mujeres son dos de los aproximadamente 3.500 receptores de trasplantes en el país.
Después de años llevando una vida normal gracias a los nuevos órganos, ahora ambas están sometidas a un riesgo fatal, en la medida que el colapso económico de Venezuela bajo el gobierno de Nicolás Maduro no le permite a la nación comprar suficientes medicinas en el exterior o producirlas localmente.
En el último mes, unos 31 venezolanos han visto cómo sus cuerpos comienzan a rechazar órganos trasplantados ante la falta de medicinas, según Codevida, una organización no gubernamental.
Al menos siete han muerto debido a complicaciones derivadas de fallas orgánicas en los últimos tres meses.
Otros 16.000 venezolanos, muchos de ellos esperando un trasplante, dependen de la diálisis para limpiar su sangre. Pero también en este caso los recursos y los materiales son escasos.
Casi la mitad de las unidades de diálisis del país están fuera de servicio, según el diputado opositor y ontólogo José Manuel Olivares, uno de los principales denunciantes sobre la crisis de salud y que ha recorrido las unidades de diálisis para determinar la envergadura del problema.
Solo en las tres últimas semanas, siete personas han muerto por falta de diálisis, dijo Codevida, que recientemente organizó en Caracas una protesta para denunciar la falta de medicamentos.
En medio de la escasez de elementos básicos como catéteres, el deterioro de la infraestructura hospitalaria y el éxodo de médicos, los profesionales de la salud que quedan en Venezuela intentan hacer lo imposible con cada vez menos recursos.
“Es mucho estrés. Se hace el pedido, no nos llega, se vuelve a llamar, no nos llega. Y ahí vemos que no hay material”, dijo un residente de nefrología de un hospital público, quien pidió el anonimato porque los profesionales del sector salud estatal no pueden hablar con los medios sobre la situación.
DIRECTO AL CEMENTERIO
Los aterrorizados pacientes de trasplante se endeudan para comprar medicamentos caros, pidiéndole a parientes en el extranjero que envíen las drogas, o reduciendo peligrosamente su ingesta diaria de pastillas para estirar las existentes.
Con un trasplante de riñón, Larry Zambrano, de 45 años y padre de dos hijos, recurrió el año pasado incluso a inmunosupresores destinados para el consumo animal.
Pero el tiempo juega en contra. Una vez que una persona con insuficiencia renal deja de dializarse, puede morir en semanas.
“Si pierdes tu riñón, vas a la diálisis, no hay material, no hay nada. Entonces vas directo al cementerio”, dijo Guillermo Habanero, un hombre de 56 años que dirige un pequeño taller de reparación de computadoras en Catia.
Él sabe de lo que está hablando: su hermano Emerson, que también recibió un trasplante porque sufría de una enfermedad renal poliquística, murió recientemente después de pasar un mes sin tomar inmunosupresores.
La salud de Emerson, un exoficial de policía de 53 años, se deterioró rápidamente una vez que se acabaron sus medicamentos. Comenzó a temblar, perdió el apetito y tuvo fiebre, contó su hija Emelitza. Fue hospitalizado en octubre por un problema respiratorio grave y murió al mes siguiente.
Una periodista de Reuters fue al Ministerio de Salud en busca de una entrevista. En lugar de eso, se le pidió que ingresara sus datos de contacto, pero nadie llamó o envió un correo electrónico.
El gobierno de Maduro dice que los verdaderos culpables son las supuestas élites empresariales lideradas por Estados Unidos que buscan sabotear la administración del presidente Maduro acaparando medicinas e imponiendo sanciones.
“Yo veía el cinismo de esta gente de la derecha, preocupados por las personas que no tienen cómo hacerse su tratamiento de diálisis, pero es que es por culpa de ellos, que han pedido sobre Venezuela sanciones, bloqueos”, dijo recientemente Diosdado Cabello, primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, en su programa de televisión semanal.
Los activistas de la salud acusan al gobierno de haber provocado la crisis de salud y dicen que los anuncios recientes de más importaciones para diálisis son insuficientes.
La unidad del Ministerio de Salud a cargo de los trasplantes, Fundavene, parece estar casi colapsada.
Su sitio web no está disponible. Múltiples llamadas a diferentes números de teléfono no fueron respondidas. Un correo electrónico se devolvió. Nadie respondió un mensaje en su página de Facebook.
A pesar de su baja popularidad, se espera que Maduro gane las elecciones anticipadas del próximo 22 de abril. La oposición probablemente decida no acudir a los comicios debido a que considera que dan una clara ventaja al gobierno.
A pesar de la crisis, Maduro se ha negado a aceptar donaciones de alimentos y medicinas. Los activistas de salud y los médicos contrabandean medicamentos en sus maletas, a menudo donados por la creciente diáspora venezolana. Pero eso está lejos de ser suficiente.
En el hospital y centro de diálisis visitado por Reuters, los pacientes clamaban por ayuda humanitaria.
Arreglada para su cumpleaños y rodeada de tortas, Castellanos, la paciente de 21 años, se tomaba fotos con sus amigos y habló sobre su deseo de algún día volver a bailar, una de sus pasiones.
Pero los temores sobre su futuro impregnaban la habitación. Una empleada del hospital se acercó para desearle muchas más celebraciones de cumpleaños, pero su rostro preocupado mostró sus dudas.
“Otros países nos pueden ayudar ”, dijo Castellanos.
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