EFE
Tribunal Supremo de EEUU será "revolucionado" por Donald Trump
El terremoto de la victoria de Donald Trump repercutirá de lleno en el juego de mayorías del Tribunal Supremo de EEUU, que podría pasar a manos de los conservadores durante las próximas décadas porque los nuevos nombramientos se harán bajo la batuta de un presidente y un Congreso republicanos.
Con su voto, el pasado 8 de noviembre, los estadounidenses confirieron a los republicanos el poder de la Casa Blanca y del Congreso, pero también de manera indirecta les otorgaron el Tribunal Supremo.
La razón es que Trump tendrá el poder de elegir no solo al sustituto del juez conservador Antonin Scalia, fallecido de manera inesperada en febrero de 2016 y aún no reemplazado, sino también posiblemente el relevo de algunos de los ancianos magistrados que componen el alto tribunal.
Cuando el 20 de enero de 2017 tome posesión Trump, tres jueces tendrán más de 78 años, la edad media con la que los magistrados del Tribunal Supremo han colgado la toga desde 1960.
Según los expertos consultados, los tres jueces con mayor probabilidad de dejar su cargo son el conservador Anthony Kennedy, de 80 años, y los progresistas Stephen Breyer, de 78, y Ruth Bader Ginsburg, de 83 y que hace meses protagonizó una gran polémica al llamar «farsante» a Trump, aunque luego se retractó.
«Trump podría mantener la tendencia conservadora de la corte durante una generación», pronosticó en declaraciones a Efe Ilya Shapiro, analista que trabaja para el Instituto Cato, un centro de estudios de ideología ultraliberal.
A corto plazo, Trump nombrará a un juez conservador para sustituir a Scalia, recibirá la aprobación de la mayoría republicana del Senado y el Tribunal Supremo volverá al «statu quo» con cuatro jueces progresistas y cinco conservadores, una posición favorable a la derecha en vigor desde 1972.
No obstante, a largo plazo el Tribunal Supremo podría sufrir una transformación radical, pues durante la campaña Trump prometió que todos sus nombramientos saldrán de una lista de 21 jueces que cuentan con el visto bueno de la derecha cristiana, se oponen al aborto y han prometido proteger el derecho a poseer y portar armas.
Entre esos 21 jueces, el profesor de Política de la Universidad de Michigan, Richard Hall, destacó por su ideología extremadamente conservadora dos nombres: William Pryor, fiero opositor al aborto, y Diane Sykes, contraria al matrimonio homosexual.
Hall describe a Trump como una «incógnita», pues podría elegir a uno de esos jueces ultraconservadores al principio para sustituir a Scalia, pera luego salirse del guión y nombrar a otros magistrados con una ideología más moderada.
Si mantiene su promesa, Trump podría poner en peligro muchas de las políticas del actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, protegidas por el Tribunal Supremo, y también derechos garantizados en los últimos años, como el de la interrupción del embarazo o el matrimonio homosexual.
Eso piensa la analista jurídica Brianne Gorod, del Centro de Responsabilidad Constitucional, quien cree que habrá lugar para futuras «victorias progresistas» a pesar del dominio conservador.
Sin embargo, la victoria de Trump ha supuesto un gran golpe para grupos como la Unión para las Libertades Civiles en América (ACLU), una de las organizaciones más importantes de EE UU en la defensa de los derechos civiles, que al día siguiente de las elecciones colgó en su web un desafiante mensaje.
«Te veremos en el tribunal», anunció la organización en su portada, que colocó de fondo una foto del rostro de Trump.
En un comunicado, ACLU amenazó con llevar al presidente electo a los tribunales si mantiene sus propuestas para deportar a todos los indocumentados que viven en Estados Unidos, vetar la entrada al país de todos los musulmanes, castigar a las mujeres que abortan o autorizar la tortura a sospechosos de terrorismo.
Si Trump se atreve a implementar algunas de esas ideas, sus políticas podría acabar en el Tribunal Supremo, como ya le ocurrió a Obama, acusado en varias ocasiones de abuso de poder.
«Hemos tenido antes tribunales con una mayoría de jueces nombrados por los republicanos y que luego han fallado en contra de presidentes republicanos», defendió el profesor de la Universidad de Carolina del Norte Michael Gerhardt, quien destacó la vocación de los jueces del Supremo por mantenerse fieles a la Constitución.
Con aspiraciones de imparcialidad, el Tribunal Supremo ha tratado siempre de dejar bien claro el concepto de la separación de poderes. Por eso, a pesar de caer en manos republicanas, seguirá llamado a actuar como «control y contrapeso» (check and balance) en Estados Unidos.
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