Trump y Obama, en campaña, se adjudican la bonanza económica
El presidente de EEUU, Donald Trump, y su antecesor en el cargo, el demócrata Barack Obama, se disputan el mérito de la actual situación de bonanza económica en los días previos a las elecciones legislativas del próximo martes.
El viejo adagio electoral de «Es la economía, estúpido» se ha convertido en el mantra que repite una y otra vez Trump en su agitada gira por el país para apoyar a los aspirantes republicanos a la Cámara de Representantes y el Senado.
«Tenemos la mejor economía que jamás ha tenido el país y aún está mejorando (…) Solo hay que mirar los números», dijo Trump en un reciente acto electoral en Montana y con su habitual inclinación a la hipérbole.
Trump asegura que la aceleración económica es consecuencia de su agresivo estímulo fiscal, compuesto por fuertes recortes de impuestos a las empresas y en menor medida a los trabajadores, aprobado a comienzos de año, así como de su agenda de desregulación federal.
Alerta, además, que, de regresar los demócratas al poder, la economía se frenaría en seco.
Los indicadores muestran que la primera economía mundial disfruta de un momento dorado, pero están lejos de reflejar récords históricos.
La tasa de desempleo se situó en octubre en 3,7%, la menor en casi medio siglo.
Los datos de crecimiento económico son menos sorprendentes, ya que el 3% previsto para 2018 ya se alcanzó en 2010 y 2015 y se rebasó en 2004 y 2005.
Conscientes del buen momento económico, la estrategia del bando demócrata se basa no tanto en cuestionar la robustez económica, sino en reclamar su autoría.
El expresidente Barack Obama, que también se ha lanzado de lleno a la batalla electoral, ha asegurado que las bases de la recuperación económica se establecieron bajo su mandato y que Trump simplemente ha heredado la ola de bonanza.
«Creo que es interesante, la gente debería saber que hay un patrón en el que ellos (los republicanos) destrozan las cosas y luego tenemos que venir (los demócratas) y arreglarlas», dijo Obama la pasada semana en un mitin en Nevada.
Obama subrayó que, cuando dejó el cargo, «los salarios estaban creciendo, la tasa de gente sin seguro médico bajando y la pobreza cayendo».
«Y eso es lo que le dejé a mi sucesor. Así que, cuando escuchen todos esos discursos acerca de los milagros económicos ahora, recuerden quién los comenzó», sostuvo.
Las críticas de Trump no solo se dirigen a la oposición demócrata, también apuntan a un inusual objetivo: la Reserva Federal (Fed).
En contra del tradicional respeto a la independencia del banco central por parte de los inquilinos de la Casa Blanca, Trump ha cargado reiteradamente contra las subidas de los tipos de interés.
«No estoy feliz», afirmó Trump al referirse a la política monetaria del presidente de la Fed, Jerome Powell.
Para Trump, que se ha calificado a sí mismo como «el rey de la deuda», el gradual encarecimiento del precio del dinero amenaza con «ralentizar» el crecimiento económico.
Powell fue elegido por Trump para dirigir la Fed en sustitución de Janet Yellen, quien había sido nombrada por Obama y se consideraba más favorable a mantener los estímulos monetarios.
Los tipos de interés se encuentran actualmente entre 2% y 2,25%, en niveles no vistos en una década, y se prevé una nueva subida, la cuarta del año, en la última reunión de este ejercicio.
Por ahora, la Fed hace caso omiso a las críticas de la Casa Blanca. La semana pasada, Richard Clarida, vicepresidente del banco central y también designado por Trump, defendió la senda monetaria en marcha.
«Si los datos son los que esperamos, creo que un mayor ajuste gradual en los tipos de interés serán apropiados», dijo en su primer discurso público.
A la pregunta de si las palabras de Trump ponen en entredicho la independencia de la Fed o condicionan sus decisiones, Clarida respondió tajante: «No».
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