#TuBolsillo | Carlo Ponzi, el estafador que creó el aún vigente esquema piramidal
Ante la proliferación de negocios que aseguran ganancias espectaculares o «libertad financiera», algo típico en situaciones difíciles, es oportuno contar la vida de película de Carlo Ponzi y cómo funciona su esquema de estafa, que, aunque no se pueda creer, sigue funcionando ¡100 años después!
Nació en 1883 en Lugo, al norte de Italia, en una familia modesta. Su padre trabajaba repartiendo correos y vendiendo estampillas. Logró enviarlo a la Universidad de Roma, donde conoció compañeros de clase alta, millonarios, y le encantó ese estilo de vida, por lo que se dedicó a salir con ellos, pero no terminó sus estudios.
Luego su familia decidió enviarlo para América, el continente donde todo era posible. En 1903, Carlo llegó a Estados Unidos, “la tierra de las oportunidades”, específicamente a Boston, sin saber hablar inglés, sin estudios y orgulloso de no haber trabajado nunca en su vida.
Empezó fregando platos y de camarero, hasta que en 1907 se mudó a Montreal, en Canadá, donde consiguió trabajo en el Banco Zarossi, propiedad de italianos. El banco pagaba 6% de interés a sus clientes, muy por encima de la competencia. Ahí nació su interés por las finanzas; mejor dicho, por las estafas financieras.
Zarossi creció rápidamente y Ponzi llegó a ser gerente, pero el banco estaba en problemas, ya que pagaba altos intereses y no por las ganancias de sus (malas) inversiones, sino por usar el dinero de los nuevos depósitos. «Robar a Pedro para pagarle a Pablo» fue su aprendizaje. El banco quebró y Ponzi fue a prisión por falsificar un cheque.
En 1911 fue liberado, volvió a Estados Unidos y estuvo involucrado en un plan de contrabando de inmigrantes italianos, por el cual fue nuevamente a prisión, donde conoció a Charles Morse, famoso estafador de Wall Street, a quien consideró su modelo a seguir.
Al cumplir su condena volvió a Boston, donde le surge la idea de hacer arbitraje con sellos o cupones de respuesta internacional (IRC por sus siglas en inglés). Quería convertir los dólares de futuros inversores en monedas depreciadas como la lira italiana y, con ese dinero, adquirir los cupones a un menor precio.
En enero de 1920 creó la Securities Exchange Company, asegurando que con su idea se podía obtener 400% de ganancia en 45 días. ¡Una locura! Ponzi ofrecía a sus clientes un 50% de retorno en ese lapso o 100% en 90 días (el doble), de acuerdo con el monto de inversión inicial.
Los primeros meses Ponzi pagó religiosamente los intereses prometidos y se corrió la voz. El negocio creció de una manera exponencial. Contrató a otras personas para buscar nuevos clientes, sin discriminar a nadie. El frenesí se expandió rápidamente por varias ciudades. Las personas hipotecaban sus casas e invertían todos sus ahorros. En julio de 1920 se estima que Ponzi llegó a facturar un millón de dólares en un día, parecía que a nadie le importaba si de verdad hacía lo que decía con los cupones.
En pleno apogeo, le dijo a The New York Times: «llegué a este país con $2,50 en efectivo y $1.000.000 en esperanzas y esas esperanzas nunca me abandonaron”. Hizo tal ruido, que para investigar su negocio el Boston Post contactó al legendario periodista financiero Clarence Barron, quien dirigió Dow Jones & Company.
Barron concluyó que ni siquiera había suficientes cupones de respuesta postal en circulación para cubrir a todos los inversores de Ponzi. Esto causó un escándalo en Boston y las autoridades comenzaron a investigarlo.
Hubo conatos de disturbios e incluso heridos cuando una masa de personas se acumuló en las oficinas de Ponzi para exigirle la devolución de su dinero, ¿Cómo iba a responder el astuto Carlo Ponzi? Declaró que facilitaría la investigación y pagó US$2 millones en 3 días a los que querían retirar sus fondos. Llegaba elegantemente trajeado en su Locomobile (el auto lujoso del momento), y con una sonrisa carismática le decía a los que estaban en cola: “no crean en especuladores”.
Logró calmar las aguas y convertirse en un héroe. Pero todo esto le duraría poco tiempo, porque las autoridades demostraron que unas 40.000 personas le confiaron entre 15 y 20 millones de dólares – representan más de $250 millones hoy en día-, que nunca usó para invertir en los famosos cupones.
¿Las consecuencias? Miles de inversionistas perdieron gran parte de su dinero y 6 bancos quebraron, todo lo anterior según estimaciones de la época. Ponzi se declaró culpable hace un siglo, en noviembre de 1920 (año de su boom y caída), pasó un tiempo en prisión, luego fue deportado a Italia y finalmente murió en Brasil, siendo muy pobre.
Su manera de operar fue sencilla; se les paga a los inversionistas viejos con el dinero de los inversionistas nuevos, una estafa piramidal e insostenible que fue bautizada como “Esquema Ponzi”.
Le hizo un profundo daño al sistema financiero que se basa en la confianza y su terrible legado ha sido seguido por maestros del engaño, personajes que debilitan la credibilidad de los profesionales financieros.
Uno de ellos fue Lou Pearlman, “Big Poppa”, el creador de los famosos Backstreet Boys y NSYNC, quien también se vendía como un gran asesor financiero. Y no puedo dejar de mencionar al mayor estafador de todos los tiempos, Bernard Madoff conocido como “Bernie”, quien incluso fue presidente de NASDAQ, una de los mercados de valores más importantes del mundo, y quien era de las personas más respetadas en el mundo financiero.
Madoff terminó armando un esquema Ponzi de 65 MIL MILLONES de dólares (algo así como el PIB estimado de Venezuela actualmente). Por supuesto, nuestro país no se ha salvado de este tipo de estafas a lo largo de este tiempo y también hay historias para ser contadas.
Finalmente, hay que dudar de fórmulas mágicas que ofrecen ganar mucho dinero en corto tiempo, por más sofisticadas y novedosas que parezcan. Hay una premisa ineludible en las finanzas, “a mayor rendimiento, mayor riesgo”. La mejor defensa siempre será el conocimiento y mantenerse bien informado.
Bien lo apunta uno de los grandes inversionistas contemporáneos, Warren Buffett: «no inviertas en un negocio que no comprendes».
* El autor es asesor financiero y Máster en Finanzas egresado del IESA.
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