César Aristimuño
Una radiografía actual de la industria bancaria venezolana
La conformación actual de la industria bancaria es el resultado de la reconversión que ha experimentado el sistema en los últimos veintidós años. El primer impacto ocurrió con el colapso del mercado en 1994-1995, cuando un tercio de las entidades entró en insolvencia financiera. Ese año cerraron 75 bancos y otros 19 fueron intervenidas por el Estado.
La segunda ola sucedió entre 2009 y 2010, cuando se llevó adelante un intenso proceso de fusiones, y luego con la liquidación y nacionalización de otros bancos tras la detección por parte del gobierno venezolano de una serie de irregularidades.
Tras esos cambios, el estado adquirió un protagonismo mucho mayor dentro del sistema. Además del surgimiento de entidades como el Banco del Pueblo Soberano, el Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (Bandes), el Banco para el Desarrollo de la Mujer, Banco Bicentenario y el Banco del Tesoro, en 2009 el estado venezolano adquirió en U$S 1.050 millones el Banco de Venezuela, que era controlado por el conglomerado español Grupo Santander.
Actualmente, el Banco de Venezuela es la principal entidad del sistema en término de captaciones y créditos (entre otros rubros) y junto con las otras entidades públicas ya representan un tercio del sistema financiero del país.
Si bien tras la compra de Banco Santander se sucedieron amenazas de nacionalización a otras grandes entidades privadas, la ola de expropiaciones -que sumó unas 1.200 adquisiciones forzadas en diversos sectores de la economía- no alcanzó a otros bancos.
A pesar de este crecimiento de la banca pública, la banca privada continúa ejerciendo un rol relevante en el sistema. Banesco, Banco Mercantil, BBVA Provincial y B.O.D. ocupan, detrás del Banco de Venezuela, las primeras posiciones del ránking en términos de depósitos y créditos. Además, pese a la inestabilidad de las reglas de juego, los bancos extranjeros mantuvieron sus operaciones en el país: al español BBVA se suman, el estadounidense Citibank y el portugués Novo Banco, además de la porción accionaria que mantiene el canadiense Scotiabank en Bancaribe.
El sector financiero es el que, por lejos, más ha crecido en Venezuela en los últimos años. En 2012, las instituciones financieras y seguros crecieron 33,5% frente a un PIB que ascendió 5,6%. En 2013, mientras el PIB se expandió apenas 1,3% el sector financiero creció 21,6%. En el 2014, el Producto Interno Bruto del rubro «Instituciones financieras y Seguros» creció 12,74%, pero en los tres primeros trimestres del 2015, las Instituciones financieras y Seguros muestran una contracción de -8,21%.
Y para este 2016 la banca ha tenido por delante grandes retos, dada la difícil situación económica (con una contracción estimada del -10% en el PIB) y el atizado entorno político.
La banca logró cerrar el 2015, cumpliendo su adecuación patrimonial de un mínimo de 9%, con una morosidad por debajo del 0,35% y con provisiones suficientes por encima de 9 veces la cobertura de su cartera de créditos inmovilizada o morosa. O sea, por cada bolívar en crédito moroso la banca tiene 9 bolívares aprovisionados.
Pero existen importantes retos por delante en el sector bancario. Hoy las instituciones bancarias se están moviendo entre las dos grandes enfermedades de la economía: la recesión y la inflación. La recesión, significa que las empresas tomadoras de fondos de la banca, pueden empeorar su situación económica-financiera lo cual potencializa el riesgo crediticio de la banca, sobre todo si tomamos en cuenta la caída en la demanda lo cual impacta negativamente sus ventas.
Con relación a la inflación, observamos que los bancos venezolanos finalizaron 2015 con un ROE promedio de 64% (rentabilidad sobre el patrimonio) muy por debajo de la inflación anual, estimada en 260%. Si bien podemos considerar que un ROE de 64% es aceptable, el punto negativo radica que cuando comparas esta rentabilidad con una inflación cuatro veces mayor, estamos hablando de un ROE negativo. Por lo tanto uno de los grandes objetivos de la banca para este año, es mejorar la rentabilidad sobre el patrimonio. Pero no hay muy buenas noticias, en este sentido, ya que al mes de septiembre del 2016, la banca presenta un ROE promedio de 54,8% inferior al 64,5% mostrado en el mismo mes del 2015. Es importante resaltar que no todos los bancos son afectados de la misma manera. La banca debe continuar en la búsqueda de una mayor eficiencia pero también se debe obtener un mayor control de la inflación por parte de las autoridades, ya que sería muy difícil para cualquier empresa financiera e inclusive no financiera, alcanzar una rentabilidad positiva con tan elevados índices de inflación. La banca necesita generar utilidades que permitan compensar el deterioro inflacionario en los patrimonios, variable fundamental en la solvencia y crecimiento del sistema financiero.
Es importante puntualizar que estos dos grandes problemas que afectan la banca (recesión e inflación), son considerados como causas de factores externos, es decir, las entidades bancarias tienen poca o nula capacidad de influencia directa para cambiarlos o modificarlos. Por lo tanto podemos señalar que las dos grandes enfermedades de la economía (inflación y recesión) producen un impacto negativo muy fuerte en la operación de los bancos, recayendo sobre la gestión gubernamental la solución a estos dos grandes males de la economía.
Existen factores adicionales que afectan negativamente la gestión de la banca, ante las expectativas de cierre del 2016. El primer factor es el bajo nivel de las tasas de interés que es perjudicial para el negocio bancario (captar y prestar dinero). Ante la actual inflación, el margen de cliente, es decir, lo que la entidad bancaria gana con cada cliente, es bajo y para que el margen de tasas de interés aumente hace falta que el BCV las modifique, ya que las mismas están controladas.
Si bien la actividad del crédito ha subido por encima del 100%, el último año, la misma sigue mostrando un incremento negativo, como consecuencia igualmente de la alta inflación. Recordemos que el principal activo de la banca, la cartera de créditos, está representada en valores nominales, o sea bolívares, por lo que la inflación la afecta negativamente y mucho más cuando el producto que vende la banca es a crédito y a tasa fija.
El punto anterior se refuerza al observar el crecimiento intermensual del volumen de negocios y las disponibilidades. En efecto, la cartera de créditos neta creció en septiembre +8,82% mientras las captaciones se expandieron +10.4% en el mes. Por su parte, las disponibilidades (recursos improductivos de la banca) crecieron +17.11% en septiembre. La conclusión de lo anterior es sencilla, el sistema financiero está recibiendo enormes cantidades de recursos que no puede intermediar a la misma velocidad que entran por restricciones en índices de capital.
El tercer factor es que en las entidades bancarias siguen teniendo en sus balances un elevado peso de los gastos operativos. Este se refleja en la constante ampliación de la brecha entre los ingresos financieros de la banca y sus gastos operativos. Al corte de septiembre, los ingresos financieros del sistema crecieron a un ritmo anualizado de +125% mientras que los gastos operativos crecen a una velocidad de +243%, lo cual refleja una brecha de +118pp a favor del gasto. Si dicha situación continua, progresivamente, el sistema financiero irá mostrando mayor cantidad de instituciones con niveles de eficiencia superiores al 90% (gastos/margen) lo cual peligrosamente implicaría que algunos bancos estarían cerca de arrojar cifras negativas de utilidad. La gestión de los gastos será clave para la elaboración de los presupuestos 2017 de las instituciones financieras.
En este sentido, la posibilidad de la aparición de un nuevo cono monetario, en los próximos meses, luce como un elemento latente en el corto plazo que permitiría aliviar parte de la velocidad de gastos de las partidas de traslados de efectivo. Sin embargo, si la banca no recibe medidas que permitan estructuralmente darle estabilidad a su gestión para todo el 2017 (por ejemplo, revalorización de activos y/o aumento de tasas activas), progresivamente algunos bancos se irán quedando sin oxígeno.
Uno de los principales elementos de gestión para la banca en el año 2017 es la limitada flexibilidad del capital de los accionistas, la cual se está agotando de manera acelerada, tanto por la velocidad con la que crecen los gastos como por el ritmo con el que crece la cartera de créditos ante la búsqueda de ingresos financieros para sostener el margen. En caso de no presentarse inyecciones de capital o cambio en las regulaciones actuales, la perspectiva de crecimiento crediticio para el año que viene es muy limitada.
Es por esta razón que el cuarto factor que afecta al sector bancario es la regulación existente.
Si bien estamos de acuerdo en la necesidad de la regulación del sistema financiero, también su exceso es contraproducente. A las entidades bancarias se les exige cada vez más capital para desarrollar sus operaciones, lo cual es positivo, pero convertir factores de riesgo en situaciones de éxito no es tarea fácil en la banca, especialmente en un contexto en el que las instituciones financieras, al igual que el resto de empresas, se encuentran con escenarios de alta volatilidad y excesiva regulación en un ambiente de negocios de poco estímulo para el desarrollo de la actividad económica. El privilegiar los elementos de carácter político sobre los de carácter técnico, ahonda la crisis. Por ejemplo, el cumplimiento de las carteras de crédito obligatorias constituye, en el contexto actual, un gran reto para los bancos venezolanos, ya que en ocasiones las condiciones previstas en estos financiamientos difieren de las realidades del mercado e inclusive contravienen las buenas prácticas de gestión bancaria. Hay que tener presente que la banca tiene la obligación de mantener en buen resguardo el ahorro de muchas familias venezolanas, al igual que el dinero de empresas e instituciones y un exceso en la regulación, que afecte la solvencia de las instituciones, va en contra de este principio.
El sector está obligado a operar con buena parte de su cartera (casi 60%) de créditos en préstamos preferenciales -las llamadas gavetas- y rigen topes máximos para las tasas de interés activas. Esto trae como resultado una menor utilidad de la actividad principal del banco: la crediticia.
En este sentido, la banca busca activar todos los departamentos dedicados a la intermediación, productores de ingresos por comisiones y no por intereses. Pero en Venezuela, las comisiones se encuentran reguladas.
De esta manera, vemos como un sector que por largo tiempo se mantuvo inmune ante la volatilidad económica y política de los últimos tiempos, hoy se encuentra ante el desafío de mantener su estabilidad y proyectar su expansión en medio de condiciones más difíciles.
Finalizo señalando que, a pesar de lo anterior, la banca venezolana cuenta con un equipo gerencial altamente calificado y con indicadores que permiten apreciar una valoración positiva de la responsabilidad directiva de las instituciones bancarias.
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