John Magdaleno (Politólogo): Venezuela para cambiar necesita una "redemocratización desde abajo"
El politólogo John Magdaleno dijo a Banca y Negocios que Venezuela necesita una amplia coalición política que trascienda a la oposición partidista.
Venezuela entra en un nuevo ciclo político-electoral marcado por la complejidad y la incertidumbre. Por un lado, una parte de la oposición escogerá a un candidato que no será único, mientras el gobierno deberá exponerse a la voluntad popular en medio de una situación económica que sigue siendo en extremo difícil.
Las primarias opositoras son el próximo 22 de octubre, y un manto de opacidad parece cubrir el proceso. En fecha reciente, la encuestadora Delphos, comandada por Félix Seijas, lanzó una encuesta sobre la primaria que arroja luces muy reveladoras de lo que –eventualmente- podría ser el desenlace.
El tracking referido se realizó entre el 23 y 30 de agosto. Consistió en 1.000 entrevistas en hogares a electores inscritos en el RE.
Al parecer, pese al gran desconocimiento del proceso por parte de la población votante, hay una importante resolución a ir a las urnas en la primaria. También hay confusión –entre los encuestados- sobre quiénes están inhabilitados y quiénes no.
Pero, en cualquier caso, la mayoría sostiene que debe habilitarse al ganador de la primaria.
El gobierno apuesta a una fórmula clásica pero certera: “divide y vencerás”. María Corina Machado (Vente Venezuela) parece estar resuelta a dar la batalla hasta el último segundo -salga sapo, salga rana- y a brazo partido.
Pero… ¿Si la oposición gana podrá cobrar? ¿Qué consecuencias podría tener una segunda reelección de Nicolás Maduro? Esta y otras interrogantes son contestadas en esta entrevista por el politólogo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), John Magdaleno.
Además, tiene un master en Ciencia Política por la Universidad Simón Bolívar (USB) y una especialización en Análisis de Datos, por la UCV. El experto es director de la firma Polity.
Sin mayoría robusta, la oposición no podrá «cobrar»…
-Si la oposición es mayoría y gana. ¿Podrá cobrar? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias políticas de una segunda reelección de Maduro?
-La primera precondición para que la oposición «cobre» un triunfo es, precisamente, que sea una mayoría efectiva y robusta, es decir, que el resultado comunique una brecha suficientemente holgada a favor del cambio político.
Como se sabe, he debatido privada y públicamente el resultado de la elección presidencial de abril de 2013. Toda la evidencia disponible indica que Capriles no ganó. Nunca estuvo arriba en las encuestas previas y nunca pudo demostrar, actas en mano, que tenía una mayoría a su favor. Y si hacemos memoria, la oposición nunca ha ganado una elección presidencial desde el año 1998. Ese es el desafío que la oposición tiene por delante.
La segunda precondición que, según pienso, se requiere para «cobrar» un triunfo, es mucha organización, articulación y coordinación estratégica. No sólo entre partidos opositores sino, yendo mucho más allá, entre estos y sectores de la sociedad civil. Por eso he insistido en que si la oposición quiere amplificar su radio de influencia está forzada estratégicamente a configurar un movimiento social, en el que muchos más venezolanos que los que caben en unos pocos partidos ofrezcan su contribución para el cambio.
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Y ese movimiento social, hay que advertirlo de una vez, no puede ser exclusivamente opositor. Si estamos hablando de un movimiento genuinamente democratizador, tiene que ser capaz de integrar a los factores del chavismo que llegaron a la conclusión de que se requieren nuevas reglas de juego y están dispuestos a desarrollar una estrategia conjunta para presionar por el cambio. Por ello he repetido una y otra vez que la única estrategia que veo factible es la «redemocratización desde abajo».
Observo que la capacidad para llegar a acuerdos es mucho mayor en las bases sociales y políticas que entre las élites políticas de este tiempo.
En mi modesta opinión, una eventual reelección de Maduro significaría esto: ni redemocratización ni una recuperación económica acelerada y sostenible en el tiempo ni reconstitución del tejido social.
Eventualmente, podrían producirse unas reformas menores que probablemente no terminen de generar ni confianza ni un reimpulso serio para el país, y sigamos estancados como sociedad. De paso, no estoy tan seguro de que, en caso de que Maduro logre la nominación por el PSUV, lo haga sin resistencias ni preocupaciones internas.
Una segunda reelección de Maduro
-Fortalezas y debilidades del gobierno de Maduro que usted observa…
-El gobierno de Maduro sigue disponiendo de recursos de poder: inhabilitaciones; menos medios de comunicación críticos y, entre los que quedan, cada vez más presionados; cooptación de sectores opositores; represión selectiva, etcétera, con los que intentará contener, una vez más, la demanda de cambio político.
Y no es un asunto menor contar con el nivel de fragmentación, de rivalidad y hasta de desacuerdo estratégico que hay en la oposición.
Pero tiene cuatro problemas serios: ya no dispone de abundantes recursos económico-financieros como en el pasado (se acabó la fiesta de los petrodólares); tiene un serio y prolongado problema de desempeño de las instituciones públicas y del régimen en su conjunto (una ineficacia reiterada en el tiempo); la narrativa y la moral «revolucionaria» pierden atractivo y capacidad de influencia, de manera cada vez más acelerada entre las filas del chavismo (los mitos y símbolos pierden efectividad política), y; es inocultable la pérdida de respaldos sociopolíticos y hasta propiamente electorales.
El desencanto llegó a las filas del chavismo. La crisis que vive el país es demasiado fuerte como para evadir sus consecuencias.
En mi opinión, el año 2024 plantea una nueva oportunidad. Pero esto demanda un liderazgo y una sociedad que, como decía Maquiavelo en El Príncipe, tengan simultáneamente «virtud» y «fortuna». Veremos qué sucede.
Abstención en la primaria opositora
-Según Delphos, sólo 40% de los encuestados está enterado de la primaria. ¿Cómo ve la abstención en el proceso?
-No es un número menor si consideramos cuál es el público-objetivo de la primaria opositora. Recuerdo haber visto en la encuesta de Delphos de junio de este año que 40% de los entrevistados declaró estar seguro de ir a votar a la primaria. Eso va mucho más allá de estar enterado.
¿Qué significa ese dato? Es la frecuencia más alta registrada hasta la fecha en esa variable, si consideramos las encuestas de opinión pública efectuadas en Venezuela desde septiembre del año pasado. La cifra de disposición a votar en la primaria había estado oscilando entre 16% y 25%, dependiendo de la encuestadora de que se tratara, hasta que apareció la encuesta de Delphos de junio, que registró un 40%.
Al margen de si esa frecuencia de electores votará, un 40% de disposición a votar en este tipo de consulta es alto. De hecho, si tomamos en cuenta el último corte publicado por la nueva directiva del Consejo Nacional Electoral, el Registro Electoral Permanente asciende a 20.947.811 electores, incluyendo connacionales y extranjeros.
Si todos los electores que dicen en esa encuesta estar seguros de ir a votar efectivamente lo hicieran el 22 de octubre, la primaria tendría un potencial de participación de 8.379.124 electores.
Evidentemente, hay sobradas razones para desestimar ese escenario como factible. Unas son de naturaleza técnica: por ejemplo, la escala utilizada en la encuesta podría ser más precisa y debería estar presente una modalidad de respuesta que sugiera la mayor convicción posible (usualmente se frasea así: «Estoy muy seguro de que iré a votar»; «Estoy absolutamente decidido de ir a votar»; o, «Definitivamente sí iré a votar»).
Algunas razones adicionales son esencialmente logísticas: el número de centros de votación y mesas electorales disponibles, su localización, su acceso, la seguridad que están en capacidad de proveer, etcétera, impiden que esa cifra se pueda materializar.
Las razones restantes pueden ser políticas: si las principales fuerzas que compiten en la primaria están realmente comprometidas o no con el evento, si estas movilizan eficazmente o no a los electores, si la campaña está destinada a estimular o no su movilización, etc.
Desde luego, no todos los electores que afirman que se movilizarán el día de una consulta electoral, efectivamente lo hacen. De allí que, para figurarnos escenarios más realistas -no para pronosticar-, valdría la pena estimar cuántos electores del REP representaría el 15% o el 20% de disposición a participar en la primaria: 3.142.172 y 4.189.562, respectivamente.
Ese es el intervalo de participación potencial que se deduce de la mayoría de las encuestas. El problema es que algunas dificultades organizativas, logísticas y políticas parecen conspirar contra esas cifras. Veremos entonces qué sucede: si nos sorprende una respetable cifra de participación o si, por el contrario, las dificultades técnicas, logísticas, operativas y políticas de la primaria se imponen.
¿La temeridad se impone?
-Por otra parte, 60% está dispuesto a votar, aunque su candidato esté inhabilitado. ¿Es esto racional o temerario?
-Efectivamente, las cifras que he visto en varias encuestas recientes sobre la disposición a votar en la elección presidencial rondan el 60%. Pero hay que advertir, primero, que no se tiene claridad, al día de hoy, sobre la fecha de las presidenciales. Algunos sostienen que podría efectuarse entre mayo y junio de 2024; otros que puede efectuarse en el último trimestre del año 2024.
Faltando unos cuantos meses para la presidencial -cuidado si más de un año-, la cifra de disposición a votar probablemente siga aumentando; y una evidencia de la encuesta de Delphos de junio de este año me permite inferir que un número relevante de electores desea participar en la presidencial, incluso en el caso de que la candidatura de su preferencia esté inhabilitada, entre otras cosas porque está dispuesto a votar por una figura sustituta.
Dicho de otro modo, una mayoría de los electores desea votar en las próximas presidenciales y no es de extrañar que, teniendo en mente las inhabilitaciones, estén buscando o evaluando a los eventuales sustitutos ahora mismo. Naturalmente, es responsabilidad de la dirección política opositora presentar tales opciones.
El problema práctico es que no se ha acordado, a la fecha, el procedimiento para efectuar las sustituciones en caso de que alguno de los candidatos inhabilitados quede electo en la primaria.
Recuerdo haber planteado el año pasado que se podía diseñar una primaria en la que los electores votaran por tres candidatos en orden de preferencias, precisamente previendo los impactos de las inhabilitaciones. Evidentemente, la propuesta no fue acogida.
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Y ahora está planteado un problema muy serio porque no se termina de acordar un mecanismo para decidir las sustituciones, que son estratégicamente imprescindibles si la oposición decide presentarle una opción de cambio político al país. Esa idea según la cual se luchará hasta el final para levantar la inhabilitación de uno o varios candidatos me resulta, más que temerario, de una ingenuidad y un voluntarismo pasmosos.
Pareciera como si algunos sectores no tuvieran aprendizaje político alguno después de casi 25 años.
Primaria: ignorancia sobre las inhabilitaciones
-Hay ignorancia en torno a las inhabilitaciones: 62% de los ciudadanos sabe que María Corina Machado está inhabilitada; 54% dice saber que Henrique Capriles está inhabilitado. Solo 14% dice que Freddy Superlano está inhabilitado. En el estudio destaca que 11% cree que Delsa Solórzano está inhabilitada y 5% lo cree de Carlos Prosperi ¿Qué consecuencias puede tener esto?
-Entiendo que la fuente a la que te refieres es Delphos, particularmente su encuesta del mes de agosto. Esos datos están comunicando que la mayoría de la población adulta tiene noticias sobre la inhabilitación de Machado y Capriles, pero también comunican que porcentajes nada despreciables de los electores (38% y 46%, respectivamente) no saben que estos candidatos están inhabilitados.
Resalto los casos de Capriles y Machado porque se trata de dos de los líderes opositores con mayor visibilidad pública en este momento. Podría tener sentido, desde una estricta perspectiva de opinión pública, que apenas un 14% esté enterado que Freddy Superlano está inhabilitado puesto que su nivel de conocimiento nacional es inferior al de Capriles y Machado. Pero llama la atención el desconocimiento de la inhabilitación política de Machado y Capriles.
Esto me conduce a plantear lo siguiente: me preocupa enormemente que, en virtud de la (des)información de ciertos segmentos de la población, algunos electores lleguen a pensar que los engañaron cuando se percaten que el candidato o la candidata de su preferencia no se puede inscribir.
El año pasado hubo un debate sobre esta materia: la pertinencia de que los inhabilitados se inscribieran y participaran en la primaria. Inicialmente no estuve de acuerdo, pero dos argumentos me convencieron de su utilidad: primero, el hecho de que el régimen haga un uso arbitrario y por razones estrictamente políticas de las inhabilitaciones no equivale a que la oposición deba suscribirlas públicamente; y, segundo, si los inhabilitados son los candidatos que suscitan más interés y poseen mayor capacidad de movilización, es previsible que su inscripción contribuya a elevar el número total de electores participantes en la primaria.
Pero tales cosas debían admitirse a condición de que se ideara un mecanismo de sustitución de los inhabilitados, en caso de que alguno resultara electo en la primaria. Esa fue la observación que hice explícita y públicamente, y que está registrada en no menos de dos entrevistas.
-En este sentido, 91% de quienes tienen alta probabilidad de votar en la primaria piensan que los inhabilitados deben participar. ¿qué interpretación se debe hacer de este dato?
-En la respuesta a la pregunta anterior adelanto algunos argumentos. Sólo complementaría con estos: se trata de algunos de los líderes con mayor visibilidad pública y popularidad en este momento. Y las reglas de juego establecidas por la Comisión Nacional de Primarias lo permiten. Tiene sentido que el fenómeno se registre en los estudios de opinión pública.
La sucesión como problema
– ¿Cómo sustituir al candidato? 31,5% piensa que los mejor es usar encuestas; 28,8% sostiene que la sustitución debe acordarse en un consenso entre partidos y 20,7% considera que esta decisión debe tomarla el ganador de la primaria. ¿No percibe usted una gran falta de cultura política entre los votantes?
-Esa distribución de frecuencias podría ser interpretada como expresión de la necesidad de combinar varios métodos, al menos los dos primeros, que podrían ser complementarios. Porque dejar que el ganador o la ganadora de la primaria, dada su inhabilitación, decida exclusivamente la sustitución, significa consagrar una nueva hegemonía en la oposición.
Existen múltiples evidencias que señalan que ni entre los partidos opositores ni entre organizaciones de la sociedad civil se desea permitir un monopolio semejante de la toma de decisiones. Al llamado G4 se han formulado abundantes críticas por razones parecidas, de modo que mal podría justificarse un escenario como ese.
Imagínate el impacto que tendría que una sola sub-coalición opositora esté tomando decisiones de ese tenor. Creo pertinente recordar que las transiciones a la democracia demandan mucha organización, articulación y coordinación estratégica de los factores opositores genuinamente comprometidos con el cambio de régimen político.
-Asimismo, 59% piensa que se debe encontrar la alternativa -a la primaria- para escoger al candidato. No obstante, 28% dice que la opción es salir a protestar. Sin embargo, estudios indican que un alto porcentaje ya no quiere salir a la calle a que lo maten. ¿Entonces?
-Sí está planteada una demanda social para que la dirección política opositora resuelva el asunto de la sustitución de las candidaturas en caso de inhabilitaciones. De eso no hay duda. Y también hay evidencia proveniente de encuestas, incluida las últimas dos de Delphos, que comunica que la disposición a protestar viene subiendo desde el año pasado.
Hay que ponerle atención a ese dato porque desde marzo del año pasado estamos en un nuevo ciclo de movilización social. Los estudios del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social señalan que las protestas efectivas -ya no sólo la disposición a protestar- vienen creciendo.
Entonces, separemos las cosas. Lo que los entrevistados no quieren es exponer sus vidas, pero se protesta más este año que el anterior y hay mayor disposición a protestar porque hay múltiples motivaciones.
¿A qué crees que estaba destinada la sentencia condenatoria de los 6 dirigentes sindicales? Precisamente a intentar disuadir un nuevo ciclo de movilización social que arrancó el año pasado. La alta tasa de inflación, el desajuste frecuente del tipo de cambio, la recesión técnica registrada en el primer semestre de este año, el mal funcionamiento de los servicios públicos, problemas al interior de los cuerpos de seguridad, la ausencia de reformas políticas y económicas de envergadura… todo ello configura un coctel en el que hay abundantes incentivos para protestar.
Se busca un líder fuerte
-Ya para ir cerrando, 30% de los opositores creen que un líder fuerte (aunque no existe unidad) puede por sí solo derrotar al gobierno. ¿Podría, por ejemplo, María Corina Machado lograrlo?
-Pienso que ninguna fuerza política o individualidad está en capacidad de estimular el inicio de una transición a la democracia en Venezuela sin coordinación con otros factores. Esto es para mí casi un “desiderátum”.
No todos los factores tienen que estar de acuerdo -en verdad, esa es una aspiración y una fantasía-, pero sí se requiere desarrollar capacidades organizativas, de articulación y coordinación estratégica, al menos entre algunas sub-coaliciones, para pretender formularle dilemas al régimen venezolano.
No habrá transición sin que sobrevenga una «situación límite». Para ello se requiere mucha coordinación entre sectores opositores e incluso más allá: ello podría involucrar a sectores de la «coalición dominante».
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